La memoria de los olvidados
San Vicente, en la zona paracentral del país, es el departamento en el que las denuncias inéditas a la Comisión de la Verdad ubican más víctimas: 1,198, el 24 % de las señaladas en 427 denuncias. La historia oficial de la guerra omitió el relato de las masacres que devastaron a una decena de poblados del departamento, pero más de 40 años después, la memoria colectiva de las familias sobrevivientes y de familiares de las víctimas se ha convertido en una tradición anual en la que se honra a los caídos a través de monumentos, murales y conmemoraciones religiosas.

En el Llano de la Raya, San Vicente, ha sido colocada una cruz que marca el  punto de encuentro para homenajear y recordar a las víctimas de las  masacres más representativas del departamento. Un mensaje escrito a mano sobre cemento busca quedarse en la memoria. "Vivan los mártires del 19 de junio de 1982". Foto / Michael Huezo

Cada 16 de junio, familiares, vecinos y amigos de las personas que murieron en las masacres de San Francisco Angulo, Lomas de Angulo, La Raya, San Benito, Puente la Joya, Campanario y Hacienda Peña, hacen una misa memorial que los acerca a sus seres queridos, asesinados por el ejército hace aproximadamente 40 años.  Foto / Michael Huezo

Con  rótulos hechos a mano, los asistentes a la ceremonia recuerdan la fecha, el lugar y la cantidad de víctimas que perdieron la vida a manos de la Fuerza Armada durante los años de la guerra civil, pero hay aquellos que también rememoran a las víctimas asesinados en los años previos a la guerra. Estas comunidades calculan unas 200 víctimas  por cada masacre. Foto/Michael Huezo

Entre los carteles colocados en la misa conmemorativa de las masacres de Tecoluca de 2022, destacan las palabras ‘’Nunca más‘’ y una fotografía de Rutilio Grande, sacerdote amigo de monseñor Óscar Romero, asesinado en Aguilares y declarado beato de la Iglesia católica. Cada año, los parientes, vecinos y amigos de las víctimas se reúnen para recordar y honrar a sus muertos. Foto / Michael Huezo

Tras décadas de la primera masacre de la zona, la comunidad se organiza para realizar encuentros religiosos y jornadas de diálogo para perpetuar la memoria.. Foto/Michael Huezo

Los desaparecidos también tienen su lugar en el duelo de las familias de Tecoluca. Cientos de familias nunca encontraron a sus familiares perdidos durante la guerra. En los archivos inéditos de las Comisión de la Verdad se denuncian 159 casos. Foto / Michael Huezo

Fátima Dimas Escobar es nieta de María Dolores Escobar, una de las víctimas de la “Masacre de Angulo” en Tecoluca, ocurrida el 25 de julio de 1981. Los restos de su abuela fueron exhumados en 2005 por orden judicial junto a otras 42 osamentas que actualmente guardan reposo frente a la ermita de la iglesia de dicho cantón. La violencia e impunidad que dejó la guerra son cicatrices que afectan a al menos tres generaciones. Foto/Michael Huezo

Familiares de los fallecidos y una representante de una organización de apoyo a las víctimas colocan una ofrenda floral en la cruz del Llano de la Raya. El lugar es visitado cada año, en la fecha en la que se conmemora la masacre.  Foto / Michael Huezo

José Esteban López Orantes, de 65 años, leva rosas al Llano de la Raya, donde descansan los restos de su madre, su padre, tres hermanas, tres hermanos y dos sobrinos, asesinados cerca de su milpa, en 1982. Esteban, como todos los familiares y sobrevivientes, aún piden justicia. Mientras esperan, apuestan porque la impunidad no le borre la memoria a las futuras generaciones. Foto / Michael Huezo

El Llano de la Raya, San Vicente, es un lugar emblemático para las víctimas de las masacres de Tecoluca. Familias que huían de caseríos y cantones aledaños fueron masacradas en este lugar, en una operación que recuerda a los poblados de la zona norte del departamento de Morazán que fueron masacrados en El Mozote, lugar en el que esperaban encontrar refugio. Estas tierras atestiguan la violencia y el sinsentido de la guerra.  Foto / Michael Huezo