En este mural los pobladores de San Francisco Angulo, con ayuda de organizaciones internacionales y locales, cuentan la historia de la masacre ocurrida en la zona el 25 de julio de 1981, cuando miembros del ejército asesinaron, en su mayoría, a mujeres y niños que se encontraban en sus hogares. Luego de 41 años, los crímenes ocurridos esa mañana del sábado continúan impunes. Foto / Michael Huezo
Los sobrevivientes de la masacre de San Francisco Angulo y comunidades aledañas pintaron murales para honrar la memoria de campesinos, jefas de hogar, jóvenes, ancianos y niños que fueron asesinados por el Ejército. Esta pintura rememora la vida antes de la masacre, plasmando a sus seres queridos junto a monseñor Romero, asesinado un año antes de la masacre. Foto / Michael Huezo
En la placa memorial colocada en el cantón San Francisco Angulo, donde ocurrió la masacre, se pueden leer los nombres de 42 víctimas en este poblado. La víctima de mayor edad tenía 74 años. Entre las víctimas también había un bebé de un año de edad. Foto / Michael Huezo
El caserío Lomas de Angulo desapareció junto a su población tras las masacres perpetradas por el ejército en la zona. En este lugar, donde ahora reina la vegetación, existió una iglesia donde capturaron a María Julia Dimas, una joven de 16 años de edad, que fue violada por 70 soldados y asesinada de un tiro en la cabeza, según las denuncias. Foto / Michael Huezo
La fosa común donde yacen todavía algunos de los restos de las personas asesinadas en la masacre de San Francisco Angulo está marcada por una cruz caída. Entre 2005 y 2006 se realizaron exhumaciones de 30 osamentas. Sin embargo, el juzgado primero de paz de Tecoluca suspendió las labores de búsqueda, pese a que sobrevivientes denunciaron que los restos de aproximadamente 15 víctimas seguían dentro. Foto / Michael Huezo
Rosales Osorio, de 77 años de edad, muestra una bomba de 500 libras que, asegura, está intacta, desde el día que fue lanzada en un operativo aéreo sobre el cantón San Jacinto la Burrera, en San Esteban Catarina. El pertrecho mide unos 2.20 metros, sobrepasando la estatura de una persona promedio en El Salvador. Foto / Michael Huezo
El 19 de junio de 1982, entre 600 y 800 cadáveres cubrieron el Llano de la Raya, en Tecoluca, San Vicente. Los cuerpos de las víctimas, masacradas por elementos de la Fuerza Armada, quedaron a la intemperie y fueron enterradas días después, cuando el ejército abandonó la zona. Actualmente el llano es un lugar silencioso y pacífico que entre sus extensas tierras esconde una historia sangrienta. Foto / Michael Huezo
Sobrevivientes de la masacre del cantón Nombre de Jesús, en el municipio de El Divisadero, Morazán, visitan el lugar donde vivieron antes de la masacre ejecutada el 18 de abril de 1982. En el lugar, se levantó un monumento para recordar a las víctimas; sin embargo, sus familiares tienen prohibido el ingreso por cuenta propia, debido a que ahora el terreno es privado. Actualmente, pueden realizar actos conmemorativos solo si el permiso es concedido. Foto / Wendy Urbina
Uno de los sobrevivientes de la masacre del cantón Nombre de Jesús, en Morazán, muestra los restos de una bota de niño y un molino de mano que pertenecían a las víctimas. Objetos como cumas, zapatos y herramientas de trabajo permanecen en el monumento erigido en el lugar de la masacre, al cual no tienen libre acceso. Este es el único espacio que les permite acercarse, de alguna manera, a quienes les fueron arrebatados. Foto / Wendy Urbina
Entre los cantones Nombre de Jesús y Santa Rosita, de Morazán, pasa el río de San Francisco Gotera. Un río fuerte, grande y con historia. El día en el que se denuncia la masacre, este fue cruzado por militares, quienes llevaban bajo su poder a mujeres del cantón, quienes fueron violadas y asesinadas en el lugar. Sobrevivientes aseguran que, hasta la fecha, todavía hay víctimas que aún están enterradas en las riberas. Otros cuerpos, dicen, fueron arrastrados por la corriente. Foto / Wendy Urbina