La guerra no contada por la Comisión de la Verdad

Investigaciones de Guerra

Las masacres no contadas

La guerra en cuatro actos

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La incansable búsqueda de Ana Cisneros

Ana busca a Juana Irma, su madre. La busca de manera incansable desde hace 40 años. Juana Irma, una enfermera de 44 años, trabajaba como supervisora en el Hospital Psiquiátrico y estaba afiliada a la Asociación Nacional de Enfermeras cuando la desaparecieron. Fue el 12 de septiembre de 1982. Ana tenía 17 años. Desde entonces ella ha sido la principal investigadora del caso: encontró testigos que le dijeron que Juana Irma fue detenida, golpeada y desaparecida por cinco hombres armados a la salida del hospital. La familia pidió información a los cuerpos de seguridad de la época, pero nunca recibieron respuesta. En 1992, tras la firma de la paz, Ana denunció el caso a la Comisión de la Verdad, pero el Estado tampoco reaccionó. Y sigue sin reaccionar, pero Ana no se rinde. "El Salvador debe darnos justicia", dice.

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No disparen, somos Espíritu Libre

La guerra convirtió a El Salvador en un campo de batalla en el que murieron, perseguidos o bajo fuego cruzado, miles de civiles ajenos al conflicto. Dos integrantes de la agrupación Espíritu Libre fueron asesinados en 1985. El caso, denunciado a la Comisión de la Verdad, continúa en la impunidad.

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El martirio de Felipe de Jesús

Desde finales de los años 70, y durante la guerra civil, religiosos de la Iglesia católica fueron blanco de persecuciones, torturas, desaparición y muerte. La Comisión de la Verdad recibió más de 60 denuncias, pero no todas fueron incorporadas en el informe sobre la guerra. Una de estas denuncias narra la tortura y asesinato de Felipe de Jesús Chacón, un catequista amigo de monseñor Romero.

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Cómo silenciaron al Eco de Oriente

El periodista Amadeo Mendizábal dirigía el seminario Eco de Oriente en San Miguel, y en sus páginas hacía llamados para que el gobierno escuchara el clamor de la población, además de dar espacio a la voz del arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Romero. A inicios de la guerra recibió amenazas por su labor de informar y en abril de 1981 murió acribillado por sujetos desconocidos frente a la catedral de San Miguel.