Hay un enemigo entre nosotros
Cinco discursos para entender el quinto paso del presidente Bukele
Por Omar Luna
Para entender el presente, debemos revisitar el pasado. Bajo esa lógica, Robert Castel (2013) enuncia que el presente puede ser concebido con una conjunción de efectos de innovación y efectos de herencia. Y, si uno lo sabe revestir de gatopardismo, aprovechando los vaivenes de la palabra, la imagen, el sentimiento y el hashtag, puede construir un relato que juegue a favor. Sobre todo, si se tiene a una población sumamente descontenta con el rumbo de un país, un segmento poblacional que esté dispuesto a sacrificarlo todo, incluidos enemigos (reales o imaginarios), con tal de sentirse ligeramente reivindicados dentro de cualquier gestión estatal.
El presidente Bukele les ha escuchado. Y ha jugado sus piezas muy bien. Al trino de varias #jugadasmaestras, hemos visto cómo se ha transformado radicalmente su discurso en un lapso de dos años: desde cómo ha prorrumpido el hecho de que hemos pasado la página de la posguerra al “romper con el bipartidismo” y apostar por sentimientos colectivos de construcción y unidad hacia una marcada polarización y división con diversos sectores del país. Así, en lugar de reconocer su importancia en un sistema de pesos y contrapesos, estos “enemigos” constituyen una serie de obstáculos para consolidar el proyecto que él desea ofrecer para su pueblo.
Desde esta perspectiva, el presidente Bukele habla de un quinto paso. Pero, para poder entender cuáles son las implicaciones de este, se seleccionaron cinco discursos emblemáticos del mandatario, de los cuales se realizó una extracción de las 150 palabras más recurrentes con la finalidad de reseñar las ideas principales de su mensaje y sus implicaciones en el imaginario colectivo. Dichos discursos abarcan los siguientes períodos coyunturales:
Discurso | Fecha | Corpus |
Mitin de victoria de Nayib Bukele como candidato presidencial en las elecciones 2019 | 03 de febrero de 2019 | 1,842 palabras |
Toma de posesión de Nayib Bukele como presidente electo de El Salvador | 01 de junio de 2019 | 2,398 palabras |
199.º aniversario de la independencia patria de El Salvador | 15 de septiembre de 2020 | 3,123 palabras |
Resultados de las elecciones legislativas y municipales 2021-2024 en El Salvador | 21 de marzo de 2021 | 2,156 palabras |
Segundo año de gestión de la administración Bukele en El Salvador | 01 de junio de 2021 | 4,051 palabras |
Cabe destacar que los cinco discursos seleccionados trazan la línea de la construcción de un relato que se alimenta de una ideología delgada (Ungureaneu y Serrano, 2018). Esta apuesta por la simplificación de argumentos y la relevancia de conceptos clave y, que, contrario a la izquierda y a la derecha, carece de la combinación de principios abstractos, argumentos y propuestas de políticas públicas claras. En pocas palabras, Camil Ungureanu e Ivan Serrano (2018) reseñan que presenta a una sociedad dividida, el pueblo y #losmismosdesiempre, grupos homogéneos y antagonistas, que se van entrelazando alrededor de características de un relato populista, tales como 1) el líder y la lógica de la emanación 2) la construcción antipluralista del pueblo, 3) la élite como enemigo 4) la crisis y el cuestionamiento de la democracia representativa y 5) la intensificación de emociones antagónicas.
Así, el discurso de Nayib Bukele en el marco del mitin de su victoria como candidato presidencial de las elecciones 2019 en El Salvador refuerza las características de un líder fuerte y carismático que expresa la voluntad del pueblo en contra una élite política, hipócrita y mentirosa: “Hoy pasamos la página del bipartidismo, pasamos la página de la posguerra y les dijimos a ARENA y al Frente: ‘¡Nunca más!’ […] Se respeta como nuestra historia, como nuestro pasado. Pero no pueden acompañarnos en el futuro”.
Y, si bien Bukele fue elegido bajo procedimientos democráticos, su relación con el electorado parte de una lógica de la emanación: tiene un acceso personal, privilegiado e inmediato con los intereses del pueblo. Al situarse por encima de cualquier procedimiento democrático y saltarse las normas básicas de interacción en la esfera pública, el uso de palabras como todos (30), ustedes (20), construir (18), país (16) y salvador (15) realza la promesa de Bukele ante sus correligionarios de la entrada en vigencia de la Comisión contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), que se encargaría de que ARENA y el Fmln devolvieran lo robado al pueblo salvadoreño, situación que no ocurriría al ser disuelta por la administración Bukele el 04 de junio de 2021, debido a que dicha comisión investigaba casos de corrupción del Gobierno actual.
En consonancia, la lógica de la emanación del presidente Bukele añade otro componente interesante en la construcción del relato: la visión antipluralista del pueblo, representada por sectores excluidos que, como sujetos colectivos, son base de la legitimación del poder (Bueno, 2013). Bajo esta premisa, un amplio sector poblacional transforma al líder y su administración en una tabla de salvación que solventará todos los problemas de exclusión, acrecentados por las condiciones adversas, generadas por un sistema político, económico y social que se desmorona día a día. Su discurso de toma de posesión como presidente el 01 de junio de 2019 realza la importancia de un invitado ilustre y homogéneo, el pueblo salvadoreño que, mediante su victoria democrática el 03 de febrero de 2019, representa una fuente última de legitimidad política y bien en la sociedad. La reiteración en el uso de palabras como país (36), salvador (25), todos (22), ustedes (21) y nuestro (21) son muestra de eso.
Sobre esa base, la construcción del relato responde a la combinación de dos fuentes. En primer lugar, a patrones míticos-narrativos simples y emocionalmente sobrecargados, como la valentía, el sacrificio, el trabajo incansable, la injusticia y la desigualdad hacia el pueblo salvadoreño en diferentes ámbitos de la vida nacional. Y, en segundo lugar, dichos patrones narrativos se vuelve completamente eficaces en tiempos de crisis social y frustración prolongada, pues Bukele compara la situación del país con un niño enfermo al cual tocará cuidar, por el cual se tendrá que “tomar un poco de medicina amarga [pero] […] cuando veamos hacia atrás, habremos visto que todo valió la pena porque, al final de cuentas, El Salvador saldrá adelante y podremos ver una luz en el futuro, saber que hicimos lo correcto y que arreglamos El Salvador».
Junto a la lógica de la emanación y la visión antipluralista del pueblo, el discurso del 15 de septiembre de 2020, en el marco de los 199 años de independencia patria de El Salvador, el presidente Nayib Bukele sentó un precedente aún más claro en torno a la reescritura de la historia y la visión de la élite como enemigo. El uso recurrente de palabras como país (31), nuestro (31), todos (20), independencia (17) y nuestra (15) no solo refuerza la visión patriótica del mandatario de cara a la nación, sino también apuesta por el respaldo de un proyecto político que, —vía democrática se consolidó este 2021, año del Bicentenario de la independencia patria—, aspire a devolverle a la población salvadoreña la posibilidad de ver restituidos sus derechos en diversos ámbitos de la vida nacional, cuyo veredicto democrático terminaría por consolidarse este 2021, el año del Bicentenario de la independencia patria de El Salvador.
En ese sentido, si bien su discurso sirvió para reseñar algunos logros de su administración, como el manejo de la pandemia del COVID-19 y algunos proyectos insignias (como Surf City y la remodelación de la Escuela de Agricultura), el mandatario reseñó la importancia histórica de la derrota de una élite política, representante del “bipartidismo de la posguerra” en 2019, así como el hecho de que el país aún tiene enemigos internos, representantes de un mundo caído y corrupto, contra los cuales vale la pena lucha, pues, “a pesar de ese gobierno invisible no electo que se ha aprovechado de nuestro país, […] me di cuenta de que la patria no se ama por lo que tiene o por lo que ha sufrido, sino que la amamos porque es nuestra”.
La construcción del relato contra los enemigos internos, sean élites políticas bipartidistas o grupos de poder invisibles, rindió sus frutos esperados. Contrario al discurso de otros mandatarios, cuyos mensajes apostaban por la tolerancia mutua y la contención institucional en la dinámica legislativa y municipal, el discurso del 21 de marzo de 2021, fecha en la cual el presidente Nayib Bukele se manifestó en torno a los resultados de las elecciones legislativas y municipales 2021-2024, enarboló la bandera de lo popular al centro como justificación de la victoria de su partido Nuevas Ideas (N) y sus aliados al utilizar con recurrencia palabras, tales como pueblo (27), diputados (20), democracia (12), ellos (11) y nuestros (11), en contra de #losmismosdesiempre.
Para redondear esta disputa entre dos bandos antagonistas, el pueblo vs. #losmismosdesiempre, el mandatario utilizó su discurso para denunciar el fracaso de los mecanismos e institucionales tradicionales de la democracia representativa, tanto por sus propios límites (el papel del Tribunal Supremo Electoral, TSE) como la captura que las élites han hecho de los mismos (analistas políticos, partidos tradicionales). Así, aunque los diputados y alcaldes a la medida del mandatario sean un reflejo de la voluntad popular y tengan la disposición de cambiar lógicas y dinámicas al poner su cargo al servicio de las necesidades y demandas de diversos sectores de la vida nacional, el presidente Bukele fue contundente: “No negociaremos con ARENA y el Fmln ni con sus satélites […] ese fue el mandato del pueblo salvadoreño: no negociar con los mismos de siempre […] El pueblo decidió que los votos de ARENA y el Fmln fueran irrelevantes para cualquier decisión legislativa”.
Acatando este mandato popular, el discurso del 01 de junio de 2021 adiciona a este panorama una intensificación de emociones antagónicas hacia todo aquello que se considere opositor. Si bien el presidente Nayib Bukele supo insertar en el imaginario colectivo una normalidad progresiva que nos llevará a generar posturas encontradas como sociedad en torno a la diferencia, la tolerancia crítica y el disenso, su mensaje a la nación en su segundo año de gobierno polarizó el sentimiento al recurrir a la utilización de palabras como país (43), nuestro (38), pueblo (30), salvador (22) y años (21).
Bajo una lógica de impacto emocional fuerte e inmediato en detrimento de argumentos, hechos, principios y falta de logros concretos en su segundo año de gestión, el presidente Bukele no solo aprovechó su mensaje para criticar a los partidos de oposición (#LosdelaEsquina) por su papel en el pasado, sino también hizo un llamamiento al pueblo a emprender una batalla contra otro traidor y enemigo, minoritario y potente, el aparato ideológico que toma forma en las onegés y los medios de comunicación ante los cuales se vuelve necesario “defender nuestras conquistas y alcanzar nuestro sueño de tener verdadera libertad. Porque el pueblo defiende al pueblo y el pueblo cuida del pueblo”.
Como se puede observar, los discursos seleccionados reflejan un paulatino, pero certero fenecimiento de la democracia. En ese sentido, según Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (2018, p. 94), su ejercicio deja de ser un trabajo extenuante, prescindiendo del hecho de que “[l]os reveses [sean] inevitables y las victorias siempre parciales”. Así, aceptar la responsabilidad de los errores, la contención y corrección de los daños se volverá impensable. Y, en consonancia, los sistemas de pesos y contrapesos dejan de ser una faena extenuante, una camisa de fuerza para todos aquellos liderazgos con tendencia a la demagogia y al establecimiento de ejercicios políticos dictatoriales.
Hasta la fecha, hemos tenido muestras contundentes de esta situación: la destitución de los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y el Fiscal General de la República, los abusos policiales que se documentan en redes sociales hacia periodistas y ciudadanos, la aprobación exprés de la Ley Bitcoin, el repentino aumento al salario mínimo, el ejercicio performativo de las comisiones legislativas que investigan sobresueldos y otorgamiento de recursos a Organizaciones No Gubernamentales (ONG), los recientes abusos de poder fiscales y judiciales hacia políticos de la oposición, así como el silencio institucional gubernamental frente a funcionarios señalados de corrupción, así como a la reciente reunión que el presidente Bukele sostuvo con representantes de ONG en el país.
Dichos acontecimientos forman parte de un relato simple, pero efectivo en la construcción narrativa que afianza sus lealtades y busca consolidar en el poder al presidente Bukele: existe un enemigo que asedia y amenaza constantemente sus buenas intenciones. Así, se pueden (re)encuadrar ciertos acontecimientos para brindarle al pueblo la sensación de que se gobierna… saldando deudas históricas del pasado (Ley de Agua, aumento al salario mínimo, entre otros).
Para reivindicarlas, el Estado necesita canalizar todas sus culpas hacia un enemigo (Proceso, 2020), cuya transferencia de responsabilidades esté a la orden del día. Anteriormente, se hablaba de la población indígena, la guerrilla y las pandillas. Ahora, los ataques se posicionan en #losmismosdesiempre, residuos, minorías que impiden llevarle lo mejor al pueblo, pues sus agendas e intereses mezquinos y egoístas buscan convertir a El Salvador en un mundo caído y corrupto (Ungureanu y Serrano, 2018). Ante esa situación, el presidente Bukele insiste en enarbolar una bandera que le permita justificar el derrocamiento del “establishment”, pues el bien está de su lado; el mal, jamás. Siempre dual, nunca multicausal. Y, en esta gesta heroica de blancos y negros, toda va, menos el respeto a la Constitución, el Estado de Derecho, la institucionalidad y los derechos humanos. Y, aunque se le reitere una y otra vez el hecho de que algo sea popular no quiere decir que sea lo correcto, los discursos, mensajes y acciones de la administración Bukele enuncian que se tiene que hacer lo necesario… hasta llegar a las últimas consecuencias.
Omar Luna. Comunicador y analista de datos. Cofundador y gerente de Comunicaciones de Lab-Dat. También se desempeña como docente e investigador para las cátedras de Sociología de la Comunicación y Big Data para la Licenciatura en Comunicaciones Integradas de Marketing (CIM) y la Licenciatura en Comunicación y Estrategia Digital (CED) de la Escuela de Comunicación Mónica Herrera (ECMH). Tiene una experiencia de más de ocho años en la pedagogía de la data, a partir de los enfoques metodológicos propuestos por Escuela de Datos, con la cual ha podido trabajar con importantes instituciones a escala nacional e internacional, como Open Knowledge Foundation (OKFN), Internews, Fundación Latitudes, CentralAmericaData.COM, Proyecto Cero, Transparencia Contraloría Social y Datos Abiertos (TRACODA), entre otras.