Mark Schneider, cinco décadas con El Salvador y Latinoamérica
Desde el Gobierno estadounidense, pasando por los organismos internacionales, la academia y la sociedad civil, la carrera de servicio público de Mark Schneider, promotor de democracia y derechos humanos, es tan amplia como su conocimiento de América Latina, una región con la que empezó a construir vínculos hace más de 50 años, en el populoso Barrio Santa Anita de la capital salvadoreña.
Schneider es hoy asesor del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Llegó a El Salvador en 1964, como voluntario del Cuerpo de Paz para trabajar en el Departamento de Acción Comunitaria de la Alcaldía de San Salvador, entonces gobernada por Napoleón Duarte.
Residió en la Colonia San Juan Bosco, en el Barrio Santa Anita, en las inmediaciones del Cementerio La Bermeja. Su tarea era apoyar la organización y el desarrollo de las comunidades. “Aprendí mucho del pueblo, de la colonia”, señaló en FOCOS.
Esta primera experiencia fue la base para construir una carrera dedicada a la promoción de la democracia y los derechos humanos, que lo llevó a asesorar en temas políticos e internacionales al senador demócrata Edward Kennedy, a ocupar cargos en el Departamento de Estado, en la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y en agencias de las Naciones Unidas.
En 1970, el senador Kennedy comenzó a interesarse en las problemáticas de los países latinoamericanos. En ese momento, Schneider era becario. “Quería empezar a hacer más con América Latina y dije ‘yo soy su hombre’. Empezó por cuatro meses (su labor como asesor del senador) y al final fueron siete años”, señaló.
Durante su paso por la oficina del senador Kennedy, Schneider jugó un importante rol en las posturas de Estados Unidos ante la convulsa época que vivía América Latina. Investigó, por ejemplo, la situación de los presos políticos en Chile y trabajó para lograr sanciones contra el régimen de Augusto Pinochet. En su autobiografía, el dictador nicaragüense Anastasio Somoza nombró a Schneider – aun sin conocerlo personalmente – como uno de los responsables de su salida de Nicaragua y el retiro de la ayuda de Estados Unidos.
Mientras tanto, la relación con El Salvador continuaba. En la década de los 70, Schneider propició un encuentro entre senadores estadounidenses y Duarte, exiliado en Venezuela luego de su arresto y tortura en El Salvador, tras sufrir un golpe de Estado. “Yo hablé sobre Duarte y cuando fue exiliado a Venezuela, el senador Ted Kennedy quería ver la posibilidad que llegara a Washington. Fui a Caracas a reunirme con Duarte y en el 74-75 llegó al senado”, indicó.
Si bien desde la segunda mitad de la década del 70, Estados Unidos condenó violaciones a los derechos humanos, mantenía su respaldo militar a países latinoamericanos como El Salvador, involucrado en una cruenta guerra civil en la década del 80. “Yo diría que muchos de los demócratas y algunos republicanos estaban diciendo que era momento de buscar una negociación de paz, pero hasta que no cayó la Unión Soviética, Estados Unidos seguía con una política equivocada, a mi juicio”, opinó.
En los años 80, Schneider comenzó a trabajar con Naciones Unidas. Participó en los diálogos de Esquipulas, que luego sentaron las bases para los Acuerdos de Paz. Desde la Organización Panamericana de la Salud (OPS), negoció ceses al fuego en El Salvador que permitieron desarrollar vacunaciones masivas para prevenir la poliomielitis entre los niños. Desde 1985 y hasta el fin de la guerra se realizaron estas campañas anuales que tomaban tres días, dijo.
Ya en los años de paz, entre 1993 y 1999, Schneider fue administrador para América Latina y el Caribe de la USAID. Desde este cargo supervisó programas de reconstrucción posterior a los conflictos en Centroamérica y entre esos proyectos estuvo el apoyo a las primeras elecciones presidenciales en El Salvador después de la guerra.
No obstante, tan solo tres años después de terminado el conflicto, el presidente estadounidense Bill Clinton declaró a El Salvador una “historia de éxito” y empezó a reducirse el apoyo de la USAID, una decisión que todavía hoy Schneider lamenta. “Fue muy rápido y bajamos mucho el apoyo de la AID y no enfocamos sobre la importancia de asegurar que las instituciones del Estado de Derecho fueran fortalecidas”, destacó.
Más de cinco décadas después, Schneider se encuentra con un nuevo Gobierno en El Salvador. Considera que la llegada de Nayib Bukele al Ejecutivo es para los republicanos como para los demócratas “una esperanza para el pueblo salvadoreño”. Ahora el mandatario debe avanzar en concretar sus promesas de campaña, indicó.
Consideró además que el retiro del nombre del coronel Domingo Monterrosa de un cuartel de San Miguel fue una acción positiva porque “desde el Informe de la Comisión de la Verdad se sabía que había que quitar ese nombre”. También consideró una buena señal que el presidente salvadoreño considere crear una comisión internacional contra la impunidad (la llamada Cicies) en el país.