Si el modelo está «agotado» y la economía «destruida», el imperativo del presidente es liderar su transformación
(Tomado de La Prensa Gráfica)
Desde hace más de una década, varios economistas coincidimos en que el modelo económico salvadoreño estaba agotado y que el principal desafío era articular una visión compartida de mediano y largo plazo para su transformación, con un plan que sentara sus bases. Una década después se prolongó el bajo crecimiento (2-2.3 %) y la informalidad de dos terceras partes de la población económicamente activa (PEA), con un sistema de pensiones que deja afuera a la mayoría, aumentó el enorme déficit comercial (de 16 al 21 % del PIB) financiado por remesas familiares que superan los $5.5 mil millones, y creció el déficit fiscal (3-4 % del PIB) financiado con una deuda pública que ya alcanzó el 75 % del PIB, cerrándose la válvula histórica de escape de las migraciones y remesas crecientes que viabilizó este esquema que nos integró perversamente a la globalización. Desde esta perspectiva entendemos la afirmación del presidente Bukele que la economía «está destruida». Si el modelo está «agotado» y la economía «destruida», el imperativo del presidente es liderar su transformación.
Transformar el «modelo» no significa cambiar la economía de mercado por una socialista, sino desarrollar el capitalismo del siglo XXI con sus fuerzas productivas y exportadoras aprovechando nuestra posición geográfica, nuestra fuerza laboral, nuestra relación especial con Estados Unidos, y los tratados de libre comercio con economías diversas. Y ahora las nuevas relaciones con importantísimos socios internacionales.
Transformar el modelo significa doblar la inversión privada nacional y extranjera, y el crecimiento, en actividades de mucho mayor valor agregado y competitividad que provean empleos con salarios y pensiones decentes, transformando progresivamente los mercados informales en formales, los mercados ilegales en legales, con pleno acceso a la asistencia técnica y al crédito bancario derrotando el agiotismo, con contabilidad formal, y contribuyendo al fisco.
Cambiar el modelo significa insertarse a la globalización competitivamente, exportando cada vez más bienes y servicios diversos e importando relativamente menos, convirtiendo el enorme déficit en superávit comercial, significa crecer para afuera en función principalmente del mercado internacional y no del diminuto mercado nacional que crecerá con el desarrollo del modelo de crecimiento liderado por las exportaciones.
Cambiar el modelo significa aumentar los ingresos fiscales permanentemente por la vía del crecimiento económico, del cierre de los portillos a la evasión y elusión fiscal, por la introducción del impuesto predial y el aumento gradual de impuestos de quienes más recursos tienen, sin afectar la atracción de inversiones privadas. Significa controlar el crecimiento de empleos y gastos innecesarios, equilibrar las finanzas públicas conteniendo sus déficits y generando superávits primarios para viabilizar la inversión pública, social y medioambiental, para enfrentar las crisis económicas internacionales y los desastres naturales. Significa adoptar las medidas que disminuyan el riesgo país y crediticio, accediendo a recursos crecientes a los menores tipos de interés, para financiar la inversión y la deuda pública, y abaratar los costos de la inversión y deuda privada.
Cambiar el modelo significa doblar la inversión en educación y hacerla más eficiente con una transformación que cubra todo el ciclo de vida, partiendo del embarazo y la primera infancia, preparando a nuestros jóvenes para los empleos del futuro, para la economía digital, naranja y circular, satisfaciendo la demanda de mano de obra calificada de la inversión y tecnología extranjera.
Transitar de una economía sobre-endeudada, improductiva e importadora financiada con las remesas del éxodo de nuestra gente, a una economía productora-exportadora competitiva y proveedora de empleo, salarios y pensiones decentes, requiere de una visión y estrategia coherente, y del apoyo de las grandes potencias económicas del mundo que estén dispuestas a apoyarnos si hacemos la tarea.
El presidente Bukele fue el único presidente de la posguerra que admitió el fracaso y responsabilidad del Estado en la migración de nuestra gente al exterior afirmando la obligación de crear oportunidades en nuestro país como el mejor antídoto contra la emigración ilegal a Estados Unidos. Esta admisión y su condena a las dictaduras violatorias de los derechos humanos de Venezuela y Nicaragua fueron el punto de partida de su exitosa estrategia hacia Estados Unidos. Su llamado a priorizar los negocios y la inversión de empresarios de ese país la complementó. Antes visitó al presidente López Obrador de México, siendo el primero que recibió y fue al encuentro de su Plan de desarrollo del sur de México y del norte de Centroamérica, reuniéndose con grandes empresarios mexicanos en México y después en San Salvador.
Su exitosa gira por Japón, China y Catar colocó a nuestro país en el mapa y en la ruta para obtener cooperaciones diversas y promover inversiones privadas cuyo clima de inversión mejoró sustancialmente según FUSADES, mientras la inseguridad y el crimen disminuían drásticamente. Con solo seis meses y medio de gestión, ahora existen mejores condiciones para asumir el imperativo de transformar la economía, aunque el documento de visión y el plan quinquenal sigan pendientes.