Desobediencia
“Se reconoce el derecho del pueblo a la insurrección, para el solo objeto de restablecer el orden constitucional alterado por la transgresión de las normas relativas a la forma de gobierno o al sistema político establecidos, o por graves violaciones a los derechos consagrados en esta constitución”. - Artículo 87, Constitución de la República de El Salvador.
Sumisos.
Sin titubeos ni quejas, esa es la condición que Bukele le exigió a su pueblo para los próximos años si lo que espera de él es que les garantice seguridad y una mejor economía.
En su discurso de investidura inconstitucional como presidente reelecto, el caudillo que finalizó su periodo legal, le recordó a sus creyentes que si las medidas que se adopten en los próximos años implican tragarse la medicina amarga, aturrar la cara dejó de ser una opción. Pero, si después de eso, aún quedan dudas de las consecuencias de desobedecer, Bukele y su aparato de propaganda se encargaron de dejar un mensaje claro: allá afuera desfilan en pelotones fascistas cientos de militares y policías dispuestos a aplicar la fuerza.
Lo que Bukele olvidó, además de respetar la Constitución y dejar su cargo el pasado 1 de junio, es que gobierna a una ciudadanía plena de derechos, y no una masa de súbditos. Olvidó que garantizar a la población un país seguro y una economía de oportunidades no es una dádiva por la cual debamos rendirle pleitesía, y que fue su obligación desde el primer día en el que fue electo como funcionario público gracias al voto popular en 2019, y para lo cual tuvo cinco años de gestión pagados de nuestros impuestos.
Pero claro, el caudillo es astuto y sabe cómo sacar ventaja del desconocimiento de la ley y las garantías de los derechos ignoradas por el pueblo. En cinco años, en lugar de impulsar un Estado que construye, promueve y fortalece una ciudadanía activa, Bukele se encargó de diseñar una entelequia divina que lejos de garantizar derechos, concede milagros a cambio de fe, como si de una sucursal celestial en la tierra se tratara.
Despertemos.
Bukele necesita más que rezar para revertir el incremento de la pobreza que hereda su gobierno luego de cinco años de gestión. Exige principalmente de política pública, que no es neutral, que tiene una importante carga ideológica y determina a quién afecta y a quién beneficia: porque no es lo mismo aplicar el ajuste con una mayor recaudación de ingresos con dos puntos más al IVA que pagamos todos, desde el rico hasta el más pobre, que consentir con incentivos fiscales a inversionistas del bitcoin a los que se les perdona el pago de impuestos.
No es lo mismo esperar que suceda el derrame económico con empleos de baja innovación y salarios precarios que intervenir con política social en los sectores más desfavorecidos para potenciar en ellos mentes brillantes capaces de asumir trabajos de alto valor agregado, competitivos y salarios que permitan cubrir una canasta básica alimentaria.
Desobedecer.
Si Bukele exigió un pueblo sometido, es porque está dispuesto a continuar el estilo de su gestión autoritaria: mantener cooptadas las instituciones de control para sacarse del camino la rendición de cuentas de su gobierno opaco, encarcelar a personas inocentes aún y cuando puedan ser torturadas en las cárceles, perseguir a las voces críticas a través de un contexto hostil a las libertades de quienes piensan diferente, y decretar la suspensión permanente de derechos constitucionales.
En los próximos años, este pueblo necesitará más que sumisión, ilusión y fe divina puesta en el caudillo desde el estrado. Esta vez, exigirá de condiciones materiales de vida que le permitan subsistir más allá de la amenaza de las pandillas, necesitará salir de la informalidad, acceder a oportunidades laborales, mejorar su condición de ingresos y formarse académica y laboralmente para dispustarse un espacio en el mercado laboral.
Bukele se ha tomado el poder por la fuerza justificando que cinco años no han sido suficientes para generar transformaciones en la vida de las personas. Su investidura inconstitucional, la suspensión permanente de derechos y ahora, también, las medidas que pueda tomar en adelante y que impacten negativamente en la vida de todas y todos, nos habilitan a la insurrección y la desobediencia civil.
Si el caudillo espera súbditos lo que encontrará en nosotros para los próximos años será información, rigor y la búsqueda de la verdad para facilitar a este pueblo conciencia y ciudadanía crítica.
Por todo lo anterior, hoy elegimos desobedecer a la orden de callar.