“La autocensura mata la escritura”: escritor nicaragüense Sergio Ramírez
Reproducción exacta del artículo original realizado por Júlia Riera para Voz de América.
«Las ráfagas de viento soplaban espaciadas pero puntuales doblando los débiles troncos de los pinos incipientes que se aferraban a las laderas desnudas del cerro de La Campana. El inspector Morales casi podía medir cada cuánto tiempo le cortaba la cara aquel tajo de hielo, dos minutos entre cada caricia filosa, cuando menos”.
Así empieza Tongolele no sabía bailar, la más reciente novela del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, cuyo argumento se basa en la ficción para denunciar la actuación del gobierno del país centroamericano en el marco de las protestas de 2018, las cuales acabaron con más de 300 muertos y miles de heridos.
Y aunque la última obra del que fue Premio Alfaguara en 1998 se encuentra expuesta en librerías de alrededor del mundo, los lectores de Nicaragua no pueden disfrutar de la novela físicamente, pues los ejemplares están retenidos en las aduanas del país.
“Esta novela relata los acontecimientos que se produjeron a partir de abril de 2018 y la indefensión en la que se encontraban los muchachos en las barricadas, totalmente desarmados (…) Retrata ese régimen que es esotérico, que se basa en creencias mágicas del más allá, en símbolos protectores, como los árboles de la vida” detalla el novelista a la Voz de América.
El ganador del Premio Cervantes 2017 nos recibe en un apartamento en el centro de Madrid, donde se encuentra promocionando el libro.
Además de no poder comercializar la novela en el país que lo vio nacer y crecer, se enfrenta a una orden de arresto: la fiscalía nicaragüense lo acusa de, presuntamente, haber cometido actos que “fomentan e incitan al odio y la violencia”, de haber recibido “fondos de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro” y de “menoscabo de la integridad nacional”.
Cargos similares se le atribuyen a al menos 30 críticos del gobierno y opositores que se encuentran detenidos.
No es la primera vez que Ramírez es acusado por la fiscalía de la nación centroamericana, pues en la década de 1970, la familia Somoza, la cual gobernaba el país, le acusó de delitos parecidos.
El escritor comenta que, aunque durante el proceso de creación de la novela se imaginó que su publicación podría tener “un efecto explosivo”, no esperaba las consecuencias que ha tenido: “Me pareció que causaría irritación en las altas esferas del poder (…) pero hasta el punto que se prohibiera el libro o que me persiguieran acusándome de distintos delitos, creo que no pensé a llegar en eso”.
Explica que, a través de las acusaciones, el gobierno de Ortega y la vicepresidenta y primera dama, Rosario Murillo estaría buscando “castigar la libertad de palabra”.
“Me parece que cuando las tiranías deciden cerrar todas las puertas nunca olvidan cerrar la puerta de la libertad de expresión”, afirma.
Al ser preguntado acerca de si en algún momento pensó omitir algunos hechos o cambiar el rumbo de la novela respondió: “Lo peor que alguien puede imponerse como escritor es la autocensura”.
“La autocensura mata la escritura, uno es escritor o no lo es (…) En el momento en que la novela iba a ser editada, pensé que a lo mejor se pudiera dar un compás de espera, porque los acontecimientos en Nicaragua se iban radicalizando en cuanto a la represión, pero al final decidí que era lo mismo, la novela iba a provocar las mismas reacciones antes o después”.
La prohibición de libros en América Latina es una práctica desde hace siglos. Una de las novelas más censurada fue la célebre ‘El Quijote de la Mancha’, de Miguel De Cervantes. A través de cédulas reales como la emitida en 1531, se prohibió que se llevara al Nuevo Mundo «libros de romances y de historias vanas”.
Hoy en día, gracias a Internet, los libros prohibidos pueden escapar de la censura. Es el caso de Tongolele no sabía bailar, que se encuentra circulando por Nicaragua en formato PDF a través de la red. Pero, ¿Qué piensa Ramírez al respecto?
“Como escritor que defiende sus derechos de autor no podría estar de acuerdo en que un libro mío circule libremente. Pero, entiendo que esta es una forma de resistencia, sobre todo de los jóvenes. Frente a la opresión del poder que prohíbe leer hay quienes pueden abrir las puertas de la lectura a través de los medios que la tecnología pone al alcance de todo el mundo hoy en día”, comenta.
El “fracaso” de la revolución sandinista
Ramírez, además de ser vicepresidente bajo el gobierno de Ortega, durante el 1985-1990, también fue una figura de gran relevancia durante la Revolución Sandinista que acabó con la dictadura de Anastasio Somoza.
Sin embargo, el escritor se refiere a la revolución como “un fracaso total”: “Buscaba cambiar las condiciones sociales y económicas de la gente y no lo consiguió. Y lo poco que consiguió fue establecer un sistema democrático, y eso también se echó por la borda. En vez del camino a la democracia se escogió el camino al autoritarismo y la tiranía, eso hace que la revolución se vea frustrada frente a mis ojos y a los ojos de quienes luchamos por un cambio verdadero en Nicaragua. Yo enfrento esa tiranía porque me parece que no responde a los ideales que nosotros luchamos en los 70 para derrocar a Somoza”.
Por otro lado, el escritor hace balance de la situación que está viviendo Nicaragua, país que ha sido denunciado en reiteradas ocasiones por organizaciones como Human Rights Watch, por acciones como detenciones arbitrarias a críticos del gobierno y opositores.
“No importan las consecuencias con tal de conservar el poder (…) El poder es insaciable, y como más poder se acumula más debilidad se acumula también”. Ramírez también hace referencia al proceso electoral que vivirá el país el próximo 7 de noviembre: “Es una verdadera farsa, no lo llamaría elecciones, lo que habrá es una confirmación del poder por parte de la pareja que gobierna Nicaragua”.
El novelista explica que planea quedarse hasta finales de octubre en España para atender compromisos literarios. Entre otras actividades, recibirá la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Después, volverá a Costa Rica, país en el que ya se exilió hace 50 años, durante el mandato/dictadura de Somoza, y donde siete expresidentes solicitaron recientemente al Congreso que se le otorgue la naturalización honoraria.