No a la reelección inconstitucional de Bukele

Arte: Emerson Contreras

El presidente Nayib Bukele está dispuesto a todo por mantenerse en el poder. No le importa contradecir sus palabras, y mucho menos, pasar por encima de las leyes si el objetivo es amarrarse en la silla presidencial los años que sean necesarios. 

En octubre de 2017, siendo aún alcalde de San Salvador, y luego de haber sido expulsado del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, Bukele anunció en una transmisión en vivo, desde sus redes sociales, la creación del movimiento Nuevas Ideas. En esa ocasión describió esa estructura política como “horizontal y sin jefaturas”, abierta al disenso y la crítica. 

¡Falso!

En cinco años, Nuevas Ideas ha demostrado servir a una sola estructura piramidal sobre la que Bukele, sus intereses y los de sus íntimos están por encima de todo. Aquel nuevo partido desde donde se prometió innovadoras maneras de hacer política es hoy, una caricatura de su propio engaño.

En la práctica ese “movimiento horizontal y sin jefaturas”, oficializó una candidatura inconstitucional, porque en cinco años no ha querido promover dentro de sus filas en barrios, cantones, municipios y departamentos, a otros liderazgos con la capacidad de competir por la candidatura presidencial. 

Lo mismo ocurrió en las diputaciones y alcaldías de las principales áreas metropolitanas. El partido que rinde tributo a la personalidad de una sola persona optó por presentar candidaturas únicas, sin espacio a otras alternativas, con el objetivo de afianzar a los aliados más sumisos en las posiciones claves del poder territorial. 

De horizontal, ¡nada!

“El partido más grande de la historia de El Salvador” debería cambiar su nombre, dijo el destacado historiador salvadoreño Héctor Lindo, porque más que Nuevas Ideas lo que encontramos en el vehículo electoral de Bukele son reciclajes de ideas. La concentración del poder alrededor de una sola persona, la coerción al disenso, la institucionalización del partido-familia-cherada y la intimidación a todo lo que huela a crítica, son atributos de una cultura política autoritaria que El Salvador conoce muy bien, y que Bukele ha procurado legitimar con un matiz de manipulación, propaganda y control mediático sin precedentes.

Para la academia, la sociedad civil organizada, la clase política, los empresarios, el periodismo, para todos, sería, una irresponsabilidad histórica echar la mirada a un costado y pretender que lo ocurrido ayer fue un acto sin importancia. Un mero trámite electoral sin mucha relevancia en un proceso que aparenta normalidad cuando es evidente que está viciado desde sus orígenes. 

La oficialización de Bukele y Ulloa como candidatos para un nuevo periodo de gobierno es una estocada más en el largo camino de violaciones a la Constitución, a las leyes y a los innumerables ataques a los que se ha sometido a la incipiente democracia salvadoreña desde que Bukele decidió actuar más como un presidente autoritario que como un estadista.

En los últimos años, Bukele y los suyos han querido desterrar el disenso y extirpar la sana crítica. El miedo a opinar incluso se ha enraizado en una sociedad civil desorganizada, sin rumbo claro. En la clase empresarial, mucho más, que calla por miedo o, más preocupante, por complicidad. La oposición, golpeada, en coma, tampoco  encuentra un puerto seguro y es inclusive un tanto tibia a la hora de decir las cosas por sus nombres. 

La ciudadanía, lo dicen las encuestas, no termina de entender nuestra Constitución. Pero Bukele y los suyos no pueden escudarse en ese desconocimiento.

Por ello es importante que Bukele entienda que detrás de sus acciones existen, aún, actores en la sociedad dispuestos a evidenciar los abusos de su poder y ávidos a elevar la voz de denuncia ante toda aquella acción que represente seguir retrocediendo en garantías y derechos

Hoy, desde Focos le decimos NO a las pretensiones reeleccionistas inconstitucionales del presidente Bukele. 

Como ciudadanos, reclamamos el derecho de vivir con garantías democráticas. La sociedad salvadoreña merece más que un aprendiz de las prácticas más autoritarias en la región, impulsadas por dictadorzuelos como Juan Orlando Hernández y Daniel Ortega, recientemente.

Creemos que mantener a raya la delincuencia, pero también, propiciar condiciones económicas que deriven en bienestar e igualdad entre la población es posible en el marco de un ejercicio de controles institucionales, de partidos políticos robustos y democráticos, de alternancia en el poder y de la separación de funciones.

Presidente, usted apela a sus altos niveles de popularidad, aprenda, además de leer las encuestas, a reflexionar sobre el importante rol que cumple en este momento de la historia. 

A pesar que las encuestas respaldan su combate a la delincuencia, por otro lado la precariedad económica, el hambre, la opresión, las injusticias, los abusos y la desigualdad persisten, pero el tiempo se le agotó. No les mienta. Lo que no pudo resolver en cinco años no justifica que se perpetúe en el poder. 

Asuma su responsabilidad heredando a este país una transición democrática a la altura de las circunstancias, como las que permitieron que usted llegara a ocupar un cargo que por Constitución arranca un 1 de junio y finaliza exactos cinco años después.

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