‘¡No más dictaduras!’: La consigna que resuena en las calles al inicio de la Cumbre de las Américas

 Mientras muchos de los líderes latinoamericanos se reunían el lunes para el inicio de la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, un puñado de inmigrantes y sus simpatizantes salieron a las calles ondeando banderas y carteles para ventilar sus diferencias políticas con sus países de origen.

La activista Martha Peinado sostiene la bandera de El Salvador en la protesta de la apertura de la IX Cumbre de las Américas, en el Centro de Convenciones, junio 6, 2022. (Raul Roa/Los Angeles Times)

Por Soudi Jiménez para Los Ángeles Times

Los Ángeles — Mientras muchos de los líderes latinoamericanos se reunían el lunes para el inicio de la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, un puñado de inmigrantes y sus simpatizantes salieron a las calles ondeando banderas y carteles para ventilar sus diferencias políticas con sus países de origen.

¿El mensaje predominante? No más hombres fuertes. No más mano dura.

“¡No necesitamos países donde existan dictaduras!”, gritaba un grupo de nicaragüenses reunidos en la esquina de la calle Figueroa y bulevar Pico frente al Centro de Convenciones, sede principal de la cumbre. “¡No más dictaduras en América Latina!”, insistían.

A pocos metros de distancia, los manifestantes salvadoreños hicieron eco del estribillo: “¡No queremos dictaduras!”.

Casi todas las protestas del lunes tuvieron como objetivo a Nayib Bukele de El Salvador o Daniel Ortega de Nicaragua. Los Ángeles alberga a unas 425 mil personas de ascendencia salvadoreña, la mayor concentración en Estados Unidos, y a unas 39 mil de origen nicaragüense, según cifras del censo.

Las realidades políticas de Nicaragua y El Salvador difieren en ciertos aspectos. Nicaragua está gobernada por un ex-líder guerrillero marxista; El Salvador por un exalcalde populista y empresario.

Pero algunos inmigrantes centroamericanos que ahora viven en el sur de California creen que, a pesar de todas sus diferencias, Ortega y Bukele son como verse en un espejo. Y las tácticas utilizadas por sus críticos en Estados Unidos también se parecen entre sí.

La activista Fidelina Alvarez, originaria de Nicaragua, elevó la denuncia sobre los abusos que ocurren en su tierra. (Raul Roa/Los Angeles Times)

En 2018, Grettel Campbell creó la organización Nicaragua Libre L.A, luego del estallido de protestas contra los cambios en el sistema de seguridad social, que fueron violentamente reprimidas por el gobierno de Ortega, dejando más de 300 muertos y miles de heridos, exacerbando la preocupación internacional por las violaciones a los derechos humanos.

“El objetivo es denunciar”, dijo la oriunda de la capital, Managua, y ahora residente en Los Ángeles. “El objetivo principal es sacar a Ortega”.

Hace veinte años, Dámaris Rostrán se fue de Nicaragua a Nueva York. Hoy es una de las líderes de la organización Mesa de Trabajo New York y New Jersey, integrante de una red de 23 entidades estadounidenses que trabajan en visibilizar lo que sucede en Nicaragua.

“Estados Unidos necesita volver la mirada hacia América Latina”, dijo la activista apostada en la esquina de Figueroa y Pico.

Señalando a un grupo de manifestantes salvadoreños a pocos metros de distancia, Rostrán dijo que el tipo de represión política que se ha apoderado durante mucho tiempo de Cuba, Nicaragua y Venezuela también está presionando a El Salvador.

“Lo que ha hecho Ortega en 10 años, Nayib Bukele lo ha logrado en dos”, dijo la oriunda de Managua.

La Cumbre de las Américas, creada en 1994, tiene como objetivo reunir a los jefes de Estado, organizaciones de la sociedad civil y líderes cívicos del continente en torno a objetivos regionales compartidos, incluida la promoción de la democracia y los derechos humanos, al menos en teoría.

Un grupo de activistas salvadoreños acudió al Centro de Convenciones a levantar la voz sobre el deterioro de la democracia en su tierra de origen. (Raul Roa/Los Angeles Times)

Pero la cumbre de este año se ha visto envuelta en controversia y amargura, después de que Estados Unidos no invitara a Cuba, Venezuela y Nicaragua, y los presidentes de México y Honduras optaron posteriormente por no asistir en protesta por la exclusión de sus homólogos.

El presidente Bukele sigue siendo muy popular, tanto en su tierra como entre la diáspora, y sus seguidores apoyan las medidas de mano dura implementadas por su gobierno. En una encuesta reciente realizada por la Universidad Centroamericana (UCA), el 66.2% de los encuestados dijo que las capturas masivas habían mejorado la seguridad. Pero el 24.8% consideró tales medidas como un intento del gobierno de pulir su imagen popular.

“¿Hasta cuándo las detenciones arbitrarias?”, preguntaba la salvadoreña Ana Flores, portando un cartel escrito en inglés y español.

“Bukele tiene a mi hermano preso”, se leía en otro cartel, portado por Álex Henríquez, quien decía que su familiar ha sido detenido bajo el actual estado de emergencia implementado a fines de marzo, que defensores de los derechos humanos y los informes de la prensa sostienen que ha llevado a la detención sin orden judicial a miles de presuntos pandilleros y mucha gente inocente.

Amnistía Internacional denunció recientemente el régimen de excepción, según el cual más de 36 mil personas han sido capturadas, se han cometido “violaciones masivas de los derechos humanos”, incluidos casos de tortura, y al menos 23 personas han muerto en cautiverio.

El colectivo salvadoreño Diáspora Democrática en Resistencia (DDR) ha puesto esas denuncias en el centro de su campaña de mensajes.

“¿Hasta cuándo, Bukele seguirá violando los derechos fundamentales de los salvadoreños?”, decía una valla publicitaria digital en un pequeño camión en la calle Figueroa. Durante ocho horas se vio ese mensaje mientras el vehículo recorría el Corredor Salvadoreño hasta pasar por el consulado de El Salvador en el bulevar Wilshire, además de circular por el Centro de Convenciones.

Durante ocho horas se vio este vehículo con la valla publicitaria digital que le dedicaba un mensaje a Bukele. (Raul Roa/Los Angeles Times)

Lorena Aguilar, residente de San José (California) y miembro de la DDR, viajó con un grupo de activistas que están preocupados por el rumbo de su país natal. Desde que se creó el colectivo, en junio de 2021, se han unido personas que viven en Canadá, México y ciudades estadounidenses como Washington DC, Oakland, San Francisco y Los Ángeles.

“Unos empresarios en Washington D.C. nos donaron el dinero para pagar el billboard, eso nos ha ayudado a llevar el mensaje de una forma más efectiva”, aseguró.

El grupo también ha tenido un impacto en El Salvador, al colaborar con maestros y abogados para ayudar a quienes han sido detenidos arbitrariamente por el gobierno.

“Nos estamos uniendo en Estados Unidos, Canadá, México y Europa. Tenemos representantes que están agrupando a los salvadoreños que no están de acuerdo con el régimen”, dijo Aguilar.

Edith Anaya contactó al grupo en Twitter, donde durante muchos años había publicado sus puntos de vista políticos. Al enterarse de la protesta planeada en la cumbre, decidió unirse.

“Es necesario pasar del Twitter a la acción y unirnos para expresar nuestra preocupación”, dijo Anaya. “Es muy importante que la comunidad internacional sepa que el gobierno miente cuando dice que hay una democracia y que respeta los derechos humanos”.

“Bukele tiene a mi hermano preso”, se leía en el cartel que portaba por Álex Henríquez, al ubicarse frente al Centro de Convenciones, en L.A. (Raul Roa/Los Angeles Times)

Aprovechando la apertura de la cumbre, otros miembros de la comunidad se adelantaron para promover el tema de la reforma migratoria. Un joven salvadoreño, Obbi Fénix, dijo sentirse incómodo al estar rodeado de opositores a Bukele y Ortega.

“No estoy de acuerdo con ellos”, dijo refiriéndose a sus compatriotas e indicando su simpatía por Bukele.

“Lo que pido a Nicaragua es extraditar a Mauricio Funes y a Salvador Sánchez Cerén”, dijo Fénix en referencia a los dos expresidentes de izquierda que gobernaron El Salvador entre 2009 y 2019, y a quienes el gobierno de Ortega les ha otorgado la ciudadanía nicaragüense.

A medida que las protestas comenzaban a disminuir, un pequeño grupo de hombres seguidores de Bukele pasó brevemente en la calle Figueroa.

“¡Viva Bukele!”, gritaron antes de cruzar rápidamente la calle.

Una mujer de los opositores a Bukele respondió de inmediato con fuerte voz.

“Qué viva”, replicó ella, “pero fuera de El Salvador”.

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