Tres policías y cinco soldados decidieron la cuarentena de Miguel
Miguel es su nombre ficticio porque tiene miedo de decir el real. Hace más de una semana salió por dinero para su familia y terminó en un centro de contención del que le han dicho que saldrá hasta que cumpla 30 días. Este es su testimonio de su detención y los primeros días de su encierro encierro.
“Tengo 18 años, vivo en la San José 3, en Soyapango y somos cuatro en mi familia. Mi papá no tiene trabajo y mi mamá gana un poco cuidando a una señora de la tercera edad. Mi hermano mayor es el único con un empleo formal, en una maquila, pero cuando comenzó la cuarentena, lo mandaron a la casa hasta nuevo aviso. Así que ya llevábamos 15 días sin ingresos y el dinero se nos acabó.
“El martes Santo, el 7 de abril, mi familia ya no tenía dinero y rompí la cuarentena. Pero a tres policías y cinco soldados eso no les importó y me enviaron a un centro de contención.
“Ese día, me levanté tarde, me puse un short y una camiseta, tomé mis documentos y, sin desayunar, salí a las 11:00 de la mañana de la casa para donde mi cuñada, que vive a dos cuadras de la casa. Ella nos iba a prestar $75 porque sabía que teníamos necesidad. Mi mamá salió beneficiada con los $300 que dio el Gobierno, pero todavía no los cobraba, así que era como un préstamo.
“Todo iba bien, pero cuando ya venía de regreso con el dinero me detuvieron tres agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) y cinco soldados. Me pidieron mis papeles, me registraron y me tomaron fotos. Aunque en un inició no entendí por qué, me dijeron que me iban a remitir para la delegación de Santa Eduviges, en Soyapango.
“Uno no puede poner resistencia ante esas cosas o le va peor, así que terminé en la delegación Santa Eduviges. Después del mediodía nos trasladaron a la delegación de Ilopango, donde están las bartolinas. Poco a poco fueron llevando a más personas y nos hicimos como 65 personas en una canchita que tiene la delegación. Estuvimos ahí, a la intemperie , hasta como las 8:00 de la noche. En todo ese tiempo solo nos dieron una bolsa de agua a cada uno.
“Después de eso nos trasladaron a un lugar que se llama Casa de Retiro Nuestra Señora de Montecarmelo. Yo no conocía, se entra por la Carretera de Oro, entre Soyapango y Apopa, aunque acá es Ciudad Delgado. Exactamente no sabíamos que era ahí y hasta que llegamos nos dijeron que eso funcionaba como un centro de contención por el coronavirus.
“Al llegar comenzaron a explicarnos que estábamos ahí porque habíamos salido de nuestras casas y que eso era prohibido. Muchos iban a trabajar y tenían razones de peso para dejar sus casas, pero al igual que a mí no les creyeron.
“Nos acomodaron de tres en tres en unos cuartos. La primera noche casi no pudimos dormir porque estábamos sorprendidos de lo que nos pasaba.
“Cuando llegamos el lugar estaba sucio, como abandonado. Yo seguía con hambre porque no había comido en todo el día y todos tomábamos agua del chorro para amortizar un poco la chillazón de tripas.
“Desde entonces seguimos en el mismo lugar. Somos tres por cuarto, pero el mismo baño lo compartimos seis personas. Cae muy poco el agua potable, cada tres días, y sentimos que es antihigiénico. Por varios días no nos dieron artículos de uso personal, como jabón, cepillo y pasta de dientes. Nos dejaron a nuestra suerte. Ni siquiera nos daban lejía o detergente para lavar el lugar donde estamos ni tampoco recogían la basura y había muchas moscas.
“El miércoles 8 de abril pude desayunar, pero el tema de la comida es complicado. Al principio solo nos daban dos tiempos de comida y hasta inicios de esta semana, después de la vacación, nos comenzaron a dar cena. Hubo una noche en la que los frijoles que nos dieron sabían ácido y tipo 3:00 de la madrugada me levanté al baño con diarrea. Me dio pena porque pensé que era el único, pero después conté como 25 que habíamos tenido que ir al baño mientras los demás dormían.
“En el día hace mucho calor y solo nos dan dos botellas de agua diarias. No nos alcanza. Algunos, como yo, estudiamos en la universidad y estamos perdiendo clases porque acá no hay ni internet para hacer tareas o entretenerse. Otros extrañan a sus familiares y asumieron que ya perdieron sus trabajos. La mayoría pasan solo en la cama, como deprimidos.
“El mayor entretenimiento es contar cómo nos agarraron y hasta reírnos de eso. Varios compañeros tienen historias curiosas. Hay uno al que los policías se lo llevaron por estar regando las plantas de su casa. Otro cuenta que hasta le pusieron esposas y lo sacaron como a un delincuente frente a la gente. Lo único que habíamos hecho era salir de nuestras casas por necesidad.
“Lo peor de todo es que el día que me agarraron ya no pude ir a mi casa y llevar los $75. Eso de verdad me dolió porque sabía que mi familia los necesitaba y yo no ganaba nada con ellos en la bolsa. No pude ver a mi mamá hasta el 10 de abril, cuando logro cobrar los $300 y pagar transporte privado para venir a dejarme ropa. Pasé tres días lavando poco a poco la camisa, la calzoneta y el calzoncillo que andaba.
“También a inicios de esta semana fue cuando nos mandaron un «kit» de higiene personal. Lo chistoso es que venía una salsita de tomate, de esas que se usan para cocinar, pero aquí ni eso podemos. No dejan que los familiares nos entren otro tipo de comida. A todos nos han dicho que tenemos que pasar 30 días acá, así que apenas empezamos.
“Es injusto. Mi detención fue injusta. No estamos enfermos. No nos han hecho pruebas de nada y tampoco sabemos quién es el encargado de este centro porque lo cambian a cada rato. No tenemos con quién quejarnos. Yo lo único que quiero es salir, volver a mi casa con mi familia y volver a estudiar en la universidad. Es lo mejor que me puede pasar.”
*Horas después que Miguel compartió el relato de su captura con Focos TV un grupo de sus compañeros en el mismo centro de contención publicó un video en redes sociales en el que piden a las autoridades que les expliquen su situación. Hasta hoy no tienen respuesta.