Agricultores del Bajo Lempa se adaptan al cambio climático con prácticas agroecológicas
Eusebio Ortiz es un agricultor de 77 años que, tras perder todos sus cultivos durante las inundaciones del Huracán Mitch en 1998, adoptó técnicas agroecológicas para reducir el impacto de los eventos climáticos en sus cosechas. En la zona conocida como el Bajo Lempa, en Usulután, el uso de la agroecología se ha vuelto vital para lograr la adaptación al cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria de muchas familias.
La Asociación Mangle, fundada por Eusebio y otras personas desplazadas por la guerra salvadoreña, tras los Acuerdos de Paz, ha impulsado la capacitación y acompañamiento técnico para la implementación de técnicas agroecológicas de decenas de agricultores en la zona. Estas prácticas combinan conocimientos científicos con prácticas tradicionales para promover la conservación del medio ambiente, la biodiversidad y la salud humana.
Las técnicas utilizadas incluyen el manejo de suelos mediante el uso de abonos orgánicos y el control biológico de las plagas, lo que ha permitido a los agricultores liberarse de la compra de agrotóxicos, los cuales afectan su salud e incrementan los costos de la producción de alimentos.
Además, prácticas como la diversificación de cultivos y la siembra escalonada, o rotativa, permiten la regeneración de los suelos y minimizan la gravedad de los estragos causados por los fenómenos climáticos, aseguran los técnicos de Mangle.
“En este tiempo que estamos ahora: que el cambio climático, que la sequía, que las inundaciones, uno tiene que ir buscando cómo variar esa cuestión (los cultivos) para no fracasar. Por ejemplo, yo voy a estar sembrando trabajos escalonados. Así, si pierdo una (cosecha), no pierdo la otra, porque si lo hago de un solo, lo pierdo todo”, explica Don Chevo, como le conocen a Eusebio en el Bajo Lempa.
En su terreno, Don Chevo cultiva árboles frutales, verduras, hortalizas y legumbres, asegurando así una dieta balanceada para él y su familia. “La agroecología quiere decir que no hay que pensar solo en el maíz, hay que ir pensando en tener árboles frutales. Con los técnicos empezamos a ver que había que sembrar coco, había que sembrar el mango, había que sembrar Naranjo. Íbamos probando de todo; algunas resultaron, algunas no”, explica Don Chevo.
El uso del conocimiento ancestral también ha permitido la preservación de semillas criollas, que naturalmente desarrollan estrategias de adaptación a los cambios del clima, una característica que no logran las semillas híbridas, como la conocida “semilla mejorada” que entrega el Gobierno.
“Estas semillas no las perdemos, porque es herencia de nuestros abuelos” dice Don Chevo, con orgullo.
Estas prácticas han demostrado beneficios significativos para los productores locales, como la mejora de la fertilidad del suelo, la reducción de plagas y enfermedades, la preservación de la biodiversidad y la mayor resistencia de los cultivos al cambio climático. De acuerdo con la Unidad Ecológica Salvadoreña, la agroecología se presenta como una alternativa efectiva y sostenible para obtener mejores resultados en la agricultura.
A sus 77 años, Don Chevo sigue cultivando, aprendiendo y compartiendo el conocimiento que ha acumulado, así puede devolverle a la tierra un poco de la vida que le ha regalado.