Territorios, El Salvador más allá del algoritmo del presidente
En 2022, cuatro de cada 10 hogares de la zona rural de El Salvador se encontraban en situación de pobreza multidimensional, esto es, familias que expresaron tener privaciones para el goce de derechos en educación, vivienda digna, trabajo y protección social, salud, servicios básicos, alimentación, así como condiciones de seguridad y esparcimiento.
La gravedad de las carencias en los territorios de El Salvador ha sido un asunto marginal en el debate público nacional respecto a las agendas y problemáticas de las urbes más dinámicas del país ubicadas en San Salvador, La Libertad, Santa Ana, San Miguel o Sonsonate. El énfasis en el desarrollo urbano de estas áreas metropolitanas ha conducido a una centralización de la inversión pública y privada, y ha potenciado el desplazamiento de poblaciones económicamente activas hacia las grandes ciudades, porque en sus lugares de origen no hay oportunidades para el desarrollo.
El fenómeno no es nuevo ni es propio de El Salvador y responde a la incapacidad de las sociedades y gobiernos de planificar un desarrollo descentralizado que acerque al Estado para proveer servicios públicos de calidad. Pero también responde a una reducida inversión privada a través de empleos que promuevan la formación de capacidades, innovación, tecnología y salarios competitivos.
Que en los territorios rurales persista, después de cinco años, una amplia brecha de desigualdad y pobreza respecto a las condiciones de vida en las urbes es síntoma de un fracaso en una gestión que actúa más como una maquinaria de votos y menos como sistema de protección social ante la vulnerabilidad de los más desfavorecidos. Al cabo de cinco años, lo que ha demostrado el gobierno actual es que el brazo del Estado en esos territorios es uno armado que se moviliza para repartir asistencialismo a cambio de votos o para infundir miedo, persecución y violación a los derechos humanos a través del régimen de excepción. En ambos escenarios, Bukele gana a través de la propaganda, mientras cientos de miles resienten la falta de educación de calidad, de servicios de agua potable y de respeto a sus derechos constitucionales.
A pesar de controlar las decisiones en el Estado sin ninguna resistencia, el presidente de la República, su gabinete y diputados, no solo han sido incapaces de ampliar el piso de política pública para la contención de los riesgos de la pobreza, sino que, además, han decidido retroceder en el desarrollo de los territorios. Su apuesta por diezmar de poder de gestión a las alcaldías, a la luz de los resultados a lo largo y ancho del país, ha dejado más abandonadas a las comunidades. Lo dicen esas mismas poblaciones a las que no llegan los micrófonos ni los reflectores de la propaganda gubernamental. Las promesas de la Dirección de Obras Municipales, en zonas sensibles del país, se han quedado en eso: promesas.
Así, mientras el presidente de la República expone en sus redes sociales el corte de carne o la langosta que degustará en un día cualquiera, tres de cada 10 familias en El Salvador van a la cama sin tener la capacidad de cubrir, como si de un lujo se tratara, su canasta básica alimentaria, fuente de energía calórica, motor de su capacidad de movilización y trabajo para la subsistencia.
Pero eso al presidente no le interesa ventilar entre su comunidad de seguidores. La pobreza y exclusión sobre la que descansa su gestión gubernamental representa un matiz importante en su estrategia comunicacional orientada en hacerlo lucir artificialmente como un mandatario rodeado de lujos, mientras allá, al interior, lejos de las luces y edificios de la ciudad, hay un país en el que 42.9% de su población rural es pobre.
Contarle a la sociedad las expresiones de esas realidades ignoradas por el algoritmo gubernamental es una apuesta central para Focos en los años por venir. Por eso, junto con Radio Izcanal, Bálsamo, Segundo Montes, Tehuacán, Víctoria, Sensunat, Mangle y Sumpul conformamos una alianza que busca denunciar la desigualdad y la violación a los derechos humanos allá dónde no llegan los reflectores de Bukele. Con Territorios, una apuesta de periodismo colaborativo, periodistas de las urbas y periodistas de El Salvador profundo hemos intercambiado conocimientos y fortalecido nuestras capacidades para llevar periodismo y ampliar el alcance de nuestros megáfonos para contar historias de escasez, persecución, desabastecimiento y exclusión que contradicen la narrativa oficial de un país en el que la realidad está distorsionada por los filtros de Casa Presidencial.
En las próximas semanas, a través de todas las plataformas que conforman esta alianza, se transmitirá un especial por capítulos en donde priorizaremos las voces de los protagonistas locales, históricamente excluidos de la agenda gubernamental, para entender y comprender en su amplia dimensión el legado de desigualdad del régimen político que ha instaurado Bukele en El Salvador.
Con esta cobertura pretendemos no solo generar debate y cuestionamientos entre las audiencias urbanas y rurales sobre la realidad de su país, sino también fomentar un pensamiento crítico, que permita un reconocimiento y defensa de nuestros derechos que, lejos de ser garantizados, están siendo arrebatados sin mayor atención de la sociedad, mientras estamos distraídos viendo el corte de carne, el jet privado o las nuevas gafas del presidente en sus redes sociales.