Distopía electoral
Por Oscar Picardo Joao
El concepto distopía -o antiutopía- hace referencia a una sociedad ficticia indeseable en sí misma; el anverso de lo afable y de lo lógico, una representación imaginaria, injusta y caótica, en la que nadie querría estar.
El 4 de febrero, y los siguientes días del escrutinio electoral fueron distópicos… Obviamente todo había comenzado mal con una candidatura que no debió ser, reformas electorales, una campaña electoral asimétrica, tres investigaciones periodísticas sobre corrupción (el caso del intento de captura del Crook por El Faro; los casos de la CICIES por Factum; y los créditos del Banco Hipotecario por Focos y Redacción Regional) y las fotos de un cadáver del asesor de seguridad; y así llegamos al día electoral con ciertas certezas por las proyecciones de las encuestas, la alta popularidad del presidente pero con dudas en los resultados legislativos.
El día de la elección, al filo de la media tarde las irregularidades en las Juntas Receptoras de Votos comenzaron a pronosticar un mal augurio; más tarde aparece una encuesta de boca de urna y luego la proclamación imperial del presidente: Hemos ganado con un 85% y tenemos 58 diputados o más. ¿De dónde salieron estos datos? Seguramente de actas mal elaboradas que llegaban a un centro de cómputo y de las intuiciones oficiales; pero aún estábamos en el margen de lo posible.
Llegó la noche y la madrugada y el caos comenzó; el sistema informático no funcionaba, no estaban los materiales completos y aparecieron otras irregularidades en las mesas electorales. La integridad electoral se comenzaba a agrietar.
Al final, volvimos en el tiempo al extinto Consejo Nacional de Elecciones, allá por la década de 1970 y comenzó el escrutinio, en teoría papeleta por papeleta; pero no fue así; ahí se abrió la Caja de Pandora y se comenzaron a descubrir muchas cosas que circularon por las redes sociales: 1. El Tribunal Supremo Electoral no tenía el control del evento ni de nada; 2. El Ejecutivo y sus instancias dominaban la situación a través de funcionarios de gobierno, Policía Nacional Civil, Fiscalía General de la República y de los responsables informáticos; 3. La oposición seguía débil y con poca gente defendiendo sus posiciones; 4. Seguía cayéndose el sistema de modo intermitente; 5. Aparecieron las papeletas sin doblez; 6. Luego las papeletas con marcas de plumón; 7. Cajas sin actas; 8. Cajas con más papeletas que firmas de votantes; 9. Nuevas cajas escondidas o perdidas; y 10. También escuchamos audios con apologías y confesiones: “alguien ha boicoteado el proceso” o “descuidamos las elecciones a nivel nacional para atender el proceso de la diáspora”. ¿Qué más podía pasar?
El sistema político se terminó de fracturar, pese a la popularidad del presidente y dada la tiranía de las mayorías que se hizo presente en todo el evento electoral; obviamente, hay antecedentes de respaldo que posibilitaron este caos: desde la toma de la Asamblea Legislativa con militares el 9 de febrero de 2020, las destituciones de los magistrados de la Sala de lo Constitucional y del Fiscal General de la República el 1 de mayo de 2021 hasta el anuncio de la reelección el 15 de septiembre de 2022; de ahí en adelante cualquier cosa podría suceder y sucedió. ¿A alguien le sorprendió? Sí, a la oposición.
La oposición política -en términos generales- aparece en esta historia distópica como una especie zombi, es decir un muerto que cree o parece estar vivo. Intentó construir una candidatura de unidad y no pudo. Los partidos de la Guerra Fría, de espaldas a las encuestas enarbolaron una suerte de optimismo de círculos cerrados; uno de ellos hasta llegó a creer que una broma digital -The Chinesse Flowers- podría revertir una tendencia estadística. Por su parte los partidos jóvenes impulsaron una cruzada idealista sin mayores recursos, yendo al campo de batalla sin armas y con poca gente.
Quizá no debieron participar en estas elecciones; y si ahora reclaman que hubo fraude podrán caer en lo más profundo de su crisis y se nota que no han entendido para nada en dónde están parados y quién es el oponente; incluso, si valoramos las tres curules obtenidas, la pregunta es: ¿para qué servirán?, ¿para seguir siendo el blanco de los insultos y humillaciones o el símbolo de la negación?
La cancha estaba inclinada a favor de un equipo, el reglamento se había manoseado, el árbitro estaba comprado, los equipos eran altamente desiguales, y el estadio era dominado por el equipo mayoritario, ¿y aun así decidieron jugar en este Coliseum Romano?, ¿qué esperaban? Algunas voces decían que había que darle espacios a la gente que pensaba distinto; al final constatamos lo que ya sabíamos: 2 de cada 10 salvadoreños no están de acuerdo con el régimen, pero 8 sí y son una mayoría compleja; y sí, las elecciones tienen consecuencias.
Al final la mitad de los ciudadanos -oficialistas y opositores- votaron a ciegas, sin propuestas, sin proyectos, sin debates, basados en la fe y sobre la creencia soteriológica de que todo estará mejor; el punto de partida son los pandilleros capturados, el CECOT, el Estado de Excepción, el Bitcoin, el surf, los Juegos Centroamericanos, Miss Universo; de aquí en adelante veremos qué sucede…
En este lugar distópico también se oficializaron algunas hipótesis: 1. Ahora hay democracia, antes no (¿cómo llegó al poder el presidente?); 2. La fulminación de la oposición (algo que ha implicado mucha dedicación y esfuerzo); y 3. Los nuevos enemigos: los periodistas, sobre todo los internacionales y los de investigación locales (esto ya lo sabíamos).
Faltan las elecciones para alcaldes y el Parlamento Centroamericano, ¿será que alguien irá a votar o que alguien querrá ir a cuidar urnas?; y esperar a ciegas lo que sucederá en este segundo quinquenio. Ahora que modificamos la lógica del tiempo interpretando “el periodo inmediato anterior” y el “ni un día más” en una realidad metafísica inteligible, cualquier cosa puede suceder.
Oscar Picardo Joao. Licenciado en Filosofía (Universidad de Valencia, 1989), Máster en Educación (University of Louisville, 1998), Máster en Sociedad del Conocimiento (Universitat Oberta de Catalunya, 2003); Postgrado en educación a distancia (Universidad de Murcia, 2001); Postgrado en Finanzas Educativas (Harvard University, 2002). DEA-Doctor en didáctica y organización escolar (Universitat Oberta de Catalunya, 2005). Coordinador del programa de Doctorado del Instituto Centroamericano de Administración Pública (ICAP, 2015). Profesor Adjunto de Arizona State University en el Simón E. Levine Computational and Modeling Sciences Center. Fundador del Instituto de Investigación para el Aprendizaje y del Centro Universitario de Neurociencia. Escritor, Docente, investigador y consultor en el área de políticas públicas educativas de Centroamérica. opicardo@uoc.edu