El régimen de Bukele fue vencido por una madre, un hijo y una isla
Tuvieron que pasar 62 días para que las autoridades de la Granja de Rehabilitación de Menores de Ilobasco cumplieran la sentencia de la Cámara de Menores de San Miguel que absolvió y ordenó la inmediata liberación de un joven de la isla El Espíritu Santo. La historia de Samuel Cali, la de su madre, sus abogados y la comunidad es una historia de resiliencia: la de un grupo de salvadoreños que vencieron contra todo pronóstico al régimen de Bukele.
Fotografías por: Carlos Salvador
Virginia rompió en lágrimas cuando por fin vio libre a Samuel, uno de los miles menores de edad detenidos por el régimen de Nayib Bukele. Madre e hijo pasaron 589 días separados por culpa de una captura arbitraria liderada por un sargento de marina del Ejército salvadoreño. La última vez que lo vio, su hijo tenía 17 años. Ahora que por fin se reencuentran en un abrazo, Samuel ya es un salvadoreño mayor de edad.
Lo capturaron la noche del 3 de julio de 2022, al cuarto mes del régimen, en una comunidad pobre anclada en una isla descrita como “el paraíso de cocos”. Era cocinero, trabajaba en un hostal de la zona y aquel día había regresado tarde de su jornada laboral. Cenaba junto a su padre y su hermano cuando los militares aporrearon su puerta. Llevaban una lista, y en esa lista aparecía su nombre. Con una acusación falsa lo retuvieron un año con siete meses y nueve días. En octubre de 2023, un juez lo condenó a 10 años de cárcel, pero dos meses después, una Cámara corrigió la plana.
Pero nada de eso quita que, en El Salvador, un menor de edad estuvo preso un año, siete meses y nueve días por una mentira. Pudieron ser dos meses menos, pero el sistema penitenciario se tardó ese tiempo en procesar su carta de liberación. O quizá fue un desquite del sistema judicial y carcelario cooptado por el régimen de Bukele. Samuel no lo supo, pero se convirtió en un símbolo de lucha y resistencia. La de una madre, una comunidad y unos abogados que lucharon, aun cuando el régimen se ensañó con quitarle su libertad, y lograron vencer al régimen y al testimonio falso de un militar.
Desde el 26 de marzo de 2022, la mayoría de los procedimientos de captura conocidos se basan en los dichos de policías y militares sobre las supuestas vinculaciones de los detenidos con las pandillas. Su caso es una de las primeras reversiones judiciales contra las capturas arbitrarias del Ejército y la Policía que se conoce públicamente. Ahora es una de las más de 7,000 personas que el oficialismo llama “margen de error” y con las que intenta justificar que el sistema judicial funciona. Pero Samuel no fue liberado porque el sistema judicial funciona. De hecho, le falló. Fueron su madre que estaba dispuesta a ir “al infierno y pelear con el diablo” para recuperarlo y el Socorro Jurídico Humanitario con el Centro de Intercambio y Solidaridad, dos organizaciones que han luchado por liberar a los 25 isleños que el régimen se llevó, los que lucharon por su liberación.
Junto a todos ellos, Samuel ya había sido condenado por agrupaciones ilícitas, a pesar de que siempre fue inocente. Iba a perder 10 años en prisión, pero los defensores acudieron a una cámara, la cámara les dio la razón y Samuel pudo recobrar su libertad, que no se hizo efectiva sino hasta el 12 de febrero de 2024.
Cuando salió, El Salvador que conocía no era más. Apenas ocho días antes, Nayib Bukele se había autoproclamado presidente reelecto luego de saltarse cuánta regulación constitucional o legal pudo para que 2.7 millones de personas le dieran un segundo periodo inconstitucional.
Bukele ganó sin la necesidad de dar una solo propuesta más allá de prolongar su régimen que hasta la fecha ha devorado más de 75,000 personas sin importar si son o no pandilleros. Las fuerzas de seguridad han capturado por razones tan difusas como estar nervioso o tener una apariencia sospechosa, hasta denuncias falsas que otras personas anónimas hicieron, como en el caso de Samuel.
Si este joven no hubiese sido detenido, las elecciones presidenciales de 2024 hubiesen sido su estreno en una participación electoral. Ese es otro derecho que también le quitó el país de Bukele.
La familia triunfó a pesar del sistema
Virginia Cali recibió la llamada que tanto había esperado cerca de las 2 de la tarde y como pudo armó un nuevo viaje hacia el departamento de Cabañas con su familia. Entre su casa, anclada en una isla, y la granja penitenciaria en donde estaba recluido su hijo, hay al menos 93 kilómetros de distancia. En el microbús que serpenteó la ruta hacia Ilobasco, ella iba nerviosa. Desde que un juez ordenó la libertad de Samuel el 12 de diciembre del año pasado, Virginia hizo el mismo recorrido al menos tres veces. Pero a su hijo nunca lo soltaron. Esta vez, le dijeron, cumplirían su palabra. Ella igual dudó.
En el trayecto, por su cabeza quizá pasaba aquella imagen decembrina, cuando la Cámara de Menores de San Miguel ordenó que liberaran a Samuel, pero no pasó. Las autoridades carcelarias lejos de darles una explicación mantuvieron a la familia en vela, durante dos días, frente al centro de detención. El Estado de Bukele fue indolente.
Ella subió y bajó una decena de veces el callejón polvoso flanqueado por pastizales y casas desvencijadas que conduce a la granja penitenciaria. Cada vez que subía la cara se llenaba de ilusión; cuando bajaba, la traía triste, sombría, mientras sus familiares, que celebraban un ‘¡Ya viene! ¡Ya Viene!’ poco a poco apagaban la algarabía. Y de nuevo, como Sísifo, esperaba un tiempo para regresar a preguntar si había avances en el papeleo. Nunca los hubo, pese a los engaños de los custodios que le aseguraban que en el transcurso del día liberarían a su hijo.
La última vez que descendió la pendiente para reunirse con sus familiares, le fue imposible retener su dolor y se quebró en llanto a unos metros del grupo que la esperaba. Buscó refugio y fortaleza en la Biblia digital que tiene en su celular y comenzó a repasar los versículos y salmos que la habían mantenido como una montaña desde que capturaron a Samuel el 3 de julio del año pasado. “Dame fuerza, Dios. ¡Dame fuerza!”, decía Virginia, que sentía tan cerca, pero tan lejos, de aquello que tanto anhelaba.
Cerca de las 3:30 de la tarde del 14 de diciembre de 2023, los custodios que hacían guardia en el portón de la granja de rehabilitación para jóvenes de Ilobasco, en Cabañas, le dijeron que su hijo no saldría ese día, aunque un tribunal superior lo había absuelto. “Ya les van a llamar”, le dijeron a la madre.
A principios de enero, Virginia temió lo peor. “Ayer (10 de enero de 2024) le decía a la que me contesta (en la granja de rehabilitación) que a veces pienso que quizá está muerto o enfermo porque no me dan respuesta. Quisiera que me dijeran la verdad porque yo ya no aguanto, ya no soporto…”, dijo.
El 12 de febrero, desde la granja salió una llamada que acabó con esa sospecha. “A las 2 de la tarde me estaban dando la noticia (de que lo iban a liberar). Fue una alegría, una paz, una tranquilidad, pero a la vez una preocupación porque he oído noticias de las personas que las liberan y las recapturan”, cuenta vía telefónica desde su casa en la isla.
Viajó de nuevo hasta Samuel. Estaban por llegar al departamento de Cabañas cuando su celular volvió a sonar. Del otro lado, le informaron que no le entregarían a su hijo en la granja donde estuvo recluido, sino que sería remitido a la delegación de Ilobasco. De nuevo temió lo peor. Así que llamó a sus abogados particulares que trabajan con el Socorro Jurídico Humanitario para averiguar qué podían hacer.
Dentro de la granja, los custodios buscaban a Samuel para sembrarle más incertidumbre. El joven ya sabía que tenía carta de libertad desde hace dos meses, pero los custodios que lo transportaban dijeron que se prepara que lo iban a trasladar al Centro de Confinamiento Contra el Terrorismo (Cecot), la enorme cárcel en la que el Gobierno asegura que recluirá a 40,000 pandilleros, a otra prisión. Pero el Cecot no se ha llenado, y mientras en las cárceles mueren hacinados o torturados, según denuncias, reos del régimen que no han sido vencidos en juicio, la megacárcel de Bukele es un punto turístico para influencers como Luisito Comunica o periodistas internacionales seleccionados a dedo por la Presidencia
Óscar Alférez, uno de sus abogados particulares, iba hacia San Miguel, pero al enterarse del traslado se desvió hacia Ilobasco. “Fue un intento por tenderle un nuevo cerco. Pasé por ahí como a las 5 de la tarde, aún no lo habían liberado porque estaban esperando a que llegara la mamá. El centro de rehabilitación tomó la decisión de liberarlo a raíz de que la cámara le exigió un segundo informe de los motivos legales en que se basaban en la retención”, explicó el abogado. Pese a que los custodios del centro de detención lo llevaron al puesto policial, los policías se rehusaron a capturar a Samuel porque el joven no estaba en ninguna base de sospechosos ni tenía otra acusación en contra.
Pasadas las 5 de la tarde, la familia llegó con nerviosismo a la delegación de Ilobasco. Dentro estaba Samuel aún con el uniforme blanco. La familia se asomó a preguntar por el joven que el régimen de Bukele les arrancó por 589 días. Allí fue donde por fin pudieron abrazarlo. Antes de regresar a la isla, pasaron celebrando con una cena en el Pollo Campero, una cadena de comida rápida íntimamente enraizada en la cultura salvadoreña.
Samuel salió con cicatrices de escabiosis, también conocida como sarna humana, en su cuerpo. Asegura que no sufrió malos tratos y que la alimentación no fue mala.
Una batalla ganada contra el régimen que encarcela inocentes
Samuel fue condenado 15 meses después de su captura. El fallo se suponía contundente y llegó el 25 de octubre, cerca de las 5 de la tarde, cuando el juez de menores de Usulután, Fernando Pineda Pastor, lo envió a 10 años de prisión, luego de considerar que había “quedado plenamente establecida la participación delincuencial del justiciable Edwin Samuel Hernández Cali, puesto que de la misma se extraen elementos que incriminan con certeza positiva, que el adolescente en mención es parte de la Agrupación Ilícita criminal PANDILLA DIECIOCHO SUREÑOS, con función de COLABORADOR”.
La decisión del juez solo tomó en cuenta las pruebas y testimonios que la parte acusadora presentó porque consideró que las declaraciones que presentó la defensa “no gozan de una credibilidad”. En el caso no hubo una investigación profunda que demuestre que entrevistaron a habitantes de la isla, que demuestre el rol específico de Samuel en la estructura de la pandilla o al menos alguna fotografía del entonces menor de edad interactuando con pandilleros. No hubo nada de eso.
El juez tomó la decisión de convertir a Samuel en pandillero porque el sargento Ángel César Montesinos Flores, el militar que lo capturó, dijo que tenía meses de darle seguimiento y le habían comentado que en la isla había pandilleros. En su testimonio pronunció 977 palabras.
El sargento estaba destacado en Puerto El Triunfo bajo la dirección del capitán de la Fuerza Naval, José Edid Cortez Henríquez, un marino que al que decenas de habitantes han perfilado como un tirano que capturaba a quién quería, que acosaba a las mujeres y las amenazaba con meter presos a sus parejas si denunciaban. Cortez ahora enfrenta varios cargos de acoso sexual. A diferencia de Samuel, que estuvo preso más de un año, Cortez enfrenta su proceso judicial en libertad.
“Estoy aquí por lo del cuatro de julio de dos mil veintidós, a eso de las siete de la mañana salimos a patrullar el casco urbano, y vimos la presencia de un grupo de seis personas, cuando ellos vieron nuestra presencia se dieron a la fuga, estaban en una cancha de basquetbol creo que es, le hicimos un registro de rutina; eran seis sujetos incluidos un menor; él se encuentra aquí en este lugar; desde hace meses le doy seguimiento y me informaron que él iba a dejar comida a los manglares a unos sujetos conocidos por el alias de el Porrón, el Cuervo, el Topito, el Piloto, el Black, él les llevaba comida a ellos”, dijo en el juicio el sargento Montesinos.
“Yo decidía a quién detener; yo decidí detener al adolescente que estaba allí; yo lo había visto llevar comida al campamento de los pandilleros; yo decidí intervenir a todas las personas que estaban allí porque eran colaboradores de las pandillas”, aseguró el militar.
Dos meses después, el 12 de diciembre, la Cámara de Menores de San Miguel no creyó en esas palabras.
Montesinos era un testigo de referencia porque nunca vio a Samuel cometer ningún crimen, solo se basaba en lo que terceras personas le contaban, dijeron los magistrados. Además, señalaron la contradicción entre las fechas de capturas que los testigos dieron. Testigos confirmaron que a Samuel lo capturaron en su casa, luego de una larga jornada laboral, mientras se preparaba para cenar pupusas con su familia. La detención, como decía el militar, nunca ocurrió en una cancha. “Nos vas a acompañar para una investigación”, recuerda que le dijeron las fuerzas de la Naval. Hasta ese momento, Samuel desconocía que el sargento Montesinos había urdido una acusación falsa para convertirlo en colaborador de pandilleros.
Doña Virginia recuerda que en una audiencia Samuel contó que los marinos le dijeron: “Mirá hijueputa, no te matamos porque no podemos. Pero te vas a ir a podrir a la cárcel”. Desde su captura, ella y las otras familias de las víctimas del régimen se convirtieron sin saberlo en un símbolo de resistencia. “Por mi hijo soy capaz de irme al infierno y pelear con el diablo”, ha repetido doña Virginia desde que los militares capturaron a Samuel.
La sentencia fue anulada y ordenaron que liberaran a Samuel de manera inmediata. La Cámara, sin embargo, se aseguró que todos los argumentos del tribunal y todas las maniobras de la defensa para comprobar la inocencia de Samuel quedaran en el más absoluto secreto, bajo reserva judicial. En la ley penal salvadoreña, el falso testimonio es penado con cárcel de dos a cinco años.
Los isleños que exigen justicia y se preparan para nuevas batallas
La liberación de Samuel es solo una de dos batallas que la comunidad de La Isla ha librado y ganado. Todavía les falta liberar 17 isleños más. Junto con Samuel o Cuchilla, como también lo conocían en la isla por haber heredado el mote de su tío, también capturaron a Calín, Pompo, Chichote, Alexis y Loco, que son los sobrenombres de Carlos Orantes, Víctor Cortez, Cristian Ruiz, Alexis Magarín y Armando Revelo. Los isleños se conocen todos de cara y apodo, pero no de nombre. Es más fácil preguntar así que llevar el nombre según el documento de identidad.
Ninguno de los seis capturados estaban reunidos. Estaban descansando, a punto de cenar, comprando en las tiendas, viendo televisión… estaban separados, pues, cada uno metido en sus asuntos. Pero las palabras de seis isleños no valieron de nada frente a la palabra del sargento Montesinos, cuyo testimonio ya quedó desarmado en una cámara. Este revés judicial podría servir en los casos de los otros isleños capturados.
El cuarto en el que estuvieron secuestrados esa noche no era una celda ni tenía las condiciones para retener a seis hombres. Calín, el primer liberado de ese grupo bajo medidas sustitutivas especula que quizá querían que se fugaran para así tener una coartada real que justificara la captura, pues ni siquiera los esposaron durante la noche. Pasaron preocupados, preguntándose qué hacían detenidos, por qué los habían agarrado. Los seis se conocían desde hacía años y sabían que todos se dedicaban a lo que les diera algo de dinero, nadie andaba con las pandillas.
“No pudimos dormir por el zancudero que había”, recuerda Calín. Uno de los militares se apiadó de ellos y les regaló cuatro cigarrillos para que intentaran ahuyentar al menos por unos minutos los insectos que se alimentaban de los seis hombres. “Con esa mentira nos tuvieron, que nos iban a buscar en el sistema y que nos iban a soltar”, dice.
Los seis se convencieron de que “ya la había regado”. Sabían que los capturados ya no salen. Samuel se protegía en su risa nerviosa. “Si yo en la casa estaba sin hacer nada”, decía para intentar calmarse. “Y yo qué voy a pagar si no debo nada”, le decía el joven a Calín.
Temprano por la mañana, salieron en una lancha de la Naval hacia Puerto El Triunfo. Cuando llegaron fueron esposados. El reporte que le leyeron a los seis era “sinvergüenzada tras sinvergüenzada”. Los militares aseguraron que los capturaron el 4 de julio de 2022. Calín le explicó a la agente policial que fueron los soldados los que lo agarraron, a lo que ella le respondió que “ellos no tienen por qué andar agarrando gente. Así son, hacen lo que ellos quieren”.
Mientras estaba en la delegación, Calín vio al capitán José Edid Cortez. Se reía de los capturados. “Ahí vamos a dejar acabado. Ahí están toditos (los pandilleros), ahí solo mujeres van a quedar”, vociferó el marino que ahora enfrenta cargos de violación.
Desde las capturas del régimen, la comunidad y la isla han cambiado. Buscar en línea “isla Espíritu Santo, Usulután” arroja un contraste marcado de resultados. Antes del régimen de Bukele, la isla era conocida como “el paraíso de los cocos” y un atractivo turístico sin igual. Incluso estaba perfilada como un polo de desarrollo al inicio de la administración Bukele. En julio de 2020 el Ministerio de Agricultura con la Comisión de Proyectos Estratégicos y la Secretaría de Comercio e Inversiones de la Presidencia la visitaron para “descubrir su potencial”, según publicó el exministro Pablo Anliker en sus redes sociales. “Volveremos rentables muchísimas zonas rurales del país”, escribió. Pero no pasó, según los isleños, nunca regresaron. Con la llegada del régimen, ahora en las búsquedas aparecen noticias de capturas arbitrarias contra los habitantes.
Dentro de la comunidad todos se conocen y saben que las 25 personas que fueron capturadas durante el régimen de excepción son inocentes. “En esta isla no hay pandillas, nos conocemos toda la gente. Aquí en ningún momento ha habido ninguna estructura de pandillas ni MS ni la 18. Estaban en los alrededores de Puerto El Triunfo. Aquí nunca ha habido un asesinato ni asalto”, dice Virginia y su pareja remata poniendo de ejemplo que en las noches no le ponen tranca a la puerta ni ningún tipo de candado, solo la cierran y así duermen. Sus mototaxis y bicicletas quedan fuera de casa. Nunca nadie ha robado nada.
Mientras Samuel estuvo capturado, su comunidad lo extrañaba, en su casa lo extrañaban.
En la isla, el joven es conocido como el Zurdo por su habilidad en la cancha de fútbol. Sus tacos color azul con los que celebró y sufrió con sus compañeros y amigos guardaron polvo hasta su regreso. “Con este pie zurdo -decía mientras se palpaba el muslo izquierdo- usted va a tener todo”, le repetía a su mamá. En el camino la promesa deportiva se convirtió en un habilidoso cocinero. “A él lo que más le fascina es la cocina”, decía su madre.
La familia de Samuel espera que pueda recuperar su antiguo empleo como ayudante de cocina en los hostales turísticos de la isla. Tendrá que reconstruir su vida después de que una mentira del régimen de Bukele, en el que creen solo 2.7 millones de personas, el 43 % del electorado, un tercio del país, le arrebatasen un año y nueve meses de libertad.