El reto del movimiento social para encontrar interlocutores en la nueva legislatura 2021-24
Celia Medrano y Morena Herrera, representantes del movimiento social.
(Transcripción editada de la entrevista realizada por Karen Fernández transmitida el domingo 31 de enero de 2020)
Morena Herrera, activista feminista defensora de derechos humanos y presidenta de la Asociación Ciudadana por la despenalización del aborto reconocen del pasado reciente del movimiento social, Y Celia Medrano, periodista e investigadora especializada en derechos humanos; que no debería de verse como uno solo sino más bien como un conjunto de actores, y del futuro inmediato en la búsqueda de interlocutores en la nueva Asamblea Legislativa, donde el movimiento debería aprender a exigir más.
Dónde están hoy las organizaciones sociales pensando en su representación política, y sobre todo su representación política en la Asamblea Legislativa. Pero para eso hay que hablar un poco de los antecedentes. Vamos a decir algo. En El Salvador hay movimientos social -ambientalistas, feministas, defensores de derechos humanos, las víctimas del conflicto armado, trabajadores y trabajadoras, población LGBTI-; pero no hemos vuelto a ver la capacidad de movilización masiva que por ejemplo tuvieron las marchas blancas contra la privatización de la salud a principios de la década del 2000. ¿Qué le pasó a esta capacidad de cohesión y de movilización masiva?
M.H.: Bueno, en el último año las organizaciones sociales también han estado impactadas por la pandemia del Covid-19. Ha habido que adaptarse. Ha habido que buscar cómo conectarse y aprender. Me parece que de manera más general hubo, específicamente en los años donde gobernó el FMLN, una disminución de capacidad de movilización. Sin embargo, diría que en este momento las organizaciones sociales nos estamos rearticulando. Estamos aprendiendo a funcionar de otra manera y trabajando por problemas urgentes para la población con la cual trabajan, pero también tratando de levantar demandas hacia las instituciones públicas.
Usted decía que durante los períodos del FMLN hubo una disminución de la capacidad de movilización. ¿Por qué? ¿A qué la atribuye?
M.H.: Hay varios factores. Nosotras hicimos una movilización, por ejemplo, al mes de que había llegado Mauricio Funes. Nos movilizamos hacia la casa presidencial y nos recibieron con vallas militares y antimotines. Recuerdo que algunos fuimos a gritar por las rejas y luego llegaron Hato Hasbún y Manuel Melgar, en ese momento era el ministro de Justicia y Seguridad Pública, y les dijimos: “lo que menos esperábamos de ustedes era este tipo de respuesta”. Pero, la marcha del 25 de noviembre del 2019, con el actual Gobierno nos recibió también con vallas militares y con militares reteniendo la movilización, incluso más alejada de la Casa Presidencial. Hicimos una comunicación “así como nos recibió el Gobierno de Funes, nos está recibiendo el Gobierno de Bukele. Poco ha cambiado”.
Sin embargo, yo quisiera rescatar que las juventudes se están articulando territorialmente. Creo que en este momento hay más articulación territorial. También las organizaciones de mujeres tienen más vínculos territoriales y, debido a la crisis sanitaria que hay a veces se considera menos prudente la concentración. Pero creo que se está recuperando la capacidad de movilización y de innovación. Yo tengo mucha esperanza en los y en las jóvenes. Por ejemplo, las movilizaciones que hicieron el 16 de enero han sido muy importantes con involucramiento personal. Quizá no tan masivas como en el pasado y, por otro lado, el 8 de marzo del año pasado fue una movilización muy importante en El Salvador. Entonces creo que, digamos, hay un proceso de recuperación. Y quizá la otra cosa solo es que algunas organizaciones, cuando el FMLN gobernaba, les costaba criticar y demandar al Frente.
Celia, ¿usted coincide en este diagnóstico de pérdida de la capacidad de movilización de las organizaciones sociales? Por supuesto siempre hablando de la pandemia. ¿Coincide en este diagnóstico y a qué lo atribuye?
C.M.: En el aprendizaje de los movimientos sociales tenemos todavía que aprender a vernos dentro de la diversidad de los movimientos. No podemos hablar de un movimiento social. Tenemos que hablar de movimientos sociales y entender que la riqueza que podemos ofrecernos como sociedad está en respetar y actuar en la unidad y en la acción en puntos comunes, que no tienen que ser permanentes; en agendas comunes en las que podemos coincidir y simplemente seguir nuestro camino cuando encontremos desencuentros y luego volvernos a encontrar en esas agendas comunes, en el respeto de lo que cada quien representa dentro de su propia acción política, a nivel social.
Creo que es el primer punto que la historia reciente nos ha dado en materia de movimiento social. Se ha esperado una única dirección. Se ha esperado que haya un líder o un conjunto de líderes a los cuales, los movimientos tenemos que seguir y actuar siempre bajo una sola agenda. Esto es una manera muy militante.
En el caso de movimientos sociales vinculados con una ideología de izquierda, por llamarlo de esa manera. Los primeros que empezaron a romper eso, las primeras, mejor dicho, fueron las organizaciones y los movimientos de mujeres. Fueron las que empezaron a decir: “yo me siento representada en la agenda pero no siento que mis propias reivindicaciones estén dentro la agenda reivindicativa”.
Y lo que nos decían era “ah, no, después vemos eso”. Ahorita lo prioritario es esta agenda política que nos une a todos y en la que hay una sola dirección. Y después veremos las agendas individuales de sectores. Las mujeres indígenas en Guatemala tuvieron, todavía, una revolución dentro de esa revolución de 40-50 años en nuestro país vecino, de no ver identificados los derechos y las reivindicaciones de pueblos originarios, y mucho menos de verse identificadas como mujeres indígenas en sus propias reivindicaciones.
El primer aprendizaje desde que pudimos actuar como un movimiento, en la ilusión que un movimiento social unificado, es la experiencia de la coordinadora revolucionaria de masas que marcó en nuestra historia una forma de hacer las cosas que es el aprendizaje, al que hace referencia Morena, teníamos que ir adaptando a encontrar y encontrarnos en esa diversidad.
Posteriormente, hay un elemento más, y es que en esa diversidad también, cuando el liderazgo común se convierte en Gobierno, mucha de esa militancia y de esa organización social se vuelca a otra ilusión: El pensar que los cambios solo pueden generarse desde el poder formal, desde el poder institucionalizado de una estructura de Gobierno y de Estado. Y allí muchos liderazgos de movimientos sociales se convirtieron en funcionarios de Gobierno. Y antes de esa pérdida de liderazgos, no se generaron los relevos generacionales, con identidad propia, en la lucha social. Estos son dos aspectos de los que todavía tenemos que aprender.
Las organizaciones sociales perdieron su capacidad crítica ante la representación formal del FMLN en el Ejecutivo. ¿Por qué ocurrió esto y por qué si se llega al diagnóstico que no fue posible revertir esa pérdida de capacidad crítica frente al FMLN?.
M.H.: Creo que esto tiene que ver con la autonomía de las organizaciones y de los movimientos sociales. Que puede ser una autonomía formal, pero a veces mantiene una falta de autonomía política e ideológica. Recuerdo cuando las organizaciones feministas empezamos a plantear una crítica, por ejemplo, a los Acuerdos de Paz. Nosotras reconocíamos los Acuerdos de Paz, pero nos vimos excluidas de ellos. Y solo para eso tuvimos un cuadro en blanco diciendo “mujeres en los Acuerdos de Paz del FMLN y el Gobierno”. Recuerdo las críticas que nos hicieron. Entonces decíamos “es que solo nosotras por nosotras mismas”. Después hicimos una plataforma. Creo que la más amplia y diversa: Mujeres ‘94. Fue muy amplio el movimiento para gestarla, pero luego a la hora de exigirla a los partidos políticos, no se exigía con la misma presión a los actores como ARENA, los actores de la derecha que al FMLN.
Con el FMLN había más consideración. Entonces creo que es por la visión subordinada. Como que somos traidoras, digamos. O voy a decirlo de manera más cercana en tiempo. Las críticas que hemos hecho al Gobierno de Nicaragua, a las violaciones de derechos humanos que ha hecho el gobierno nicaragüense. Aquí nos han criticado diciendo que eso aceptaba al FMLN, que no iba a permitir que el FMLN llegara al Gobierno. Y con esa cantaleta, digamos, se ha mantenido silencio frente a graves violaciones en ese país. Hemos sido pocas, pero creo que ha sido importante mantener la voz crítica en la exigencia de que los gobiernos tienen que responder de otra manera. Creo que en eso estamos aprendiendo todavía.
Durante los gobiernos de ARENA, el FMLN se posicionó como la vía política para canalizar las demandas de las organizaciones sociales. Sin embargo, como ya lo sabemos, algunas o muchas de estas demandas, de las reivindicaciones no pudieron ser efectivamente resueltas. ¿Las organizaciones sociales perdieron al FMLN como aliado político entonces?
C.M.: Creo que lo que pasó es que el FMLN quiso esgrimirse como el liderazgo absoluto de los movimientos sociales y no se reconoció como uno más, como integrante de los movimientos sociales. Como un actor más, ya hecho partido político; y perseveró en tratar de cooptar y en tratar de controlar a los movimientos sociales. Creo que, y el movimiento social, con una práctica de décadas alrededor de ello, continuó desencontrándose en sus mismas identidades y esperando de un solo liderazgo la ilusión, el espejismo de la unidad de todo un movimiento social.
Quiero insistir en este eje de los espejismos sobre los cuales hemos caminado. Quiero señalar algo que estoy segura que coincidiremos con Morena: Estamos hablando desde un movimiento de movimientos sociales de izquierda, pero no estamos viendo cómo esto también se reflejó en actores desde la reivindicación de sus propias luchas en otros partidos políticos como Alianza Republicana Nacionalista (Arena) en las mismas épocas, por ejemplo. Recuerdo cuando fue electa la doctora Victoria Marina Velásquez de Avilés, segunda Procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) en El Salvador. Y la discusión que hubo cuando Gloria Salguero Gross, diputada de Arena, decidió votar por Marina Velásquez de Aviles. Yo me encontraba en los cabildeos, alrededor de este tema, y sé muy de cerca las consecuencias que tuvo Gloria Salguero Gross por haber favorecido la elección de la doctora Velásquez de Aviles. No fue un tema de distribución partidaria del puesto político en la PDDH, fue una mujer que dijo “voy a votar por una mujer, porque es una mujer capacitada, que tiene el perfil del cargo, pero tiene que ser una mujer”. Y eso tuvo consecuencias para Gloria Salguero Gross dentro de su mismo partido.
“Actualmente ahora hay una coalición de mujeres diputadas, parlamentarias sobre el tema que debe de unirnos, que es el tema de los derechos para las mujeres, de las mujeres. Pero eso no era concebible pocos años atrás.”
Celia Medrano, periodista e investigadora especializada en DD.HH.
Creo que es importante plantear, y vuelvo a insistir, en el tema de que más allá incluso de ideologías izquierdas y derechas, hay un tema donde ciertas reivindicaciones deben unir en la acción, no necesariamente en plataformas. Persistimos neciamente en querer tener un solo liderazgo. Y las elecciones del 28 de febrero nos dicen que la gente prefiere tener un solo liderazgo, y cae en el espejismo de pensar de que alguien que en un tuit ordena públicamente a sus funcionarios órdenes, instrucciones, y los funcionarios inmediatamente le responde “a la orden”, “su orden será cumplida”, eso la gente todavía lo percibe como “él o ella es el o la líder”.
Mientras no comprendamos y asumamos que nuestra riqueza y fuerza real está más allá de un líder. Sino que está en el poder fomentar a través de formación una práctica de liderazgos, de colectivos capaces de ejercer liderazgos, seguiremos con el problema de tener movimientos sociales que no logramos visibilizarnos en reivindicaciones masivas. No necesariamente la masividad física en las calles, necesariamente tenga que generar representatividad, y no necesariamente tenga que automáticamente llevarnos a cambios.
Empecemos a hablar de representación política directamente. También estos escenarios de futuro. Ahora, las encuestas de opinión pública coinciden en mostrar a un FMLN debilitado electoralmente. ¿El debilitamiento electoral del FMLN implica que las organizaciones sociales quedan huérfanas o quedan desprovistas de este aliado en la Asamblea?
M.H.: El FMLN perdió el vínculo con muchísimas organizaciones sociales porque perdió su orientación hacia el modelo o hacia el tipo de sociedad que se quería contribuir a construir. Fue entonces cuando no logró recoger las aspiraciones que teníamos las organizaciones sociales. Como organizaciones sociales, tenemos que mirar de dos tipos la relación: la articulación o la interlocución con las instancias públicas.
Por una parte, necesitamos interlocución con todos los partidos políticos porque todos los funcionarios tienen responsabilidad de resolver las necesidades y demandas de la población. Por otro lado, si dentro de la gente que tiene cargos públicos hay una posibilidad de acercamiento, esto facilita la interlocución, pero no debemos descansar esta interlocución solo en aquella gente que conocemos. No considero que estamos huérfanos. Yo nunca he sido del partido FMLN, pero fui del FMLN guerrillero, y me preocupa ver que está tan disminuido en las tendencias electorales, pero creo que necesita hacer una autocrítica, ver lo que hizo, lo que no hizo y cómo lo hizo y poder establecer otro tipo de diálogo con la gente, con las organizaciones, con las aspiraciones sociales que tenemos. No creo que estemos huérfanas ni del FMLN ni de Arena. Creo que no necesitamos partidos padrinos. Necesitamos respuestas.
Tomando en cuenta que las encuestas de opinión pública dicen que Nuevas Ideas tendrá un número importante de diputados y este podría ser acompañado para lograr mayorías con GANA. ¿Qué otros partidos podrían ser interlocutores de las organizaciones sociales?
C.M.: Tenemos que distinguir entre poder formal y poder real. Tenemos que vernos como movimientos sociales siempre como poderes reales. Si los movimientos sociales se consolidan en su acción, desarrollan liderazgos colectivos, incluso invisibles, si rompemos el esquema de que el líder que vemos en televisión y en las redes sociales es al que hay que seguir. No solo seremos menos vulnerables a que atacando al líder, agrediendo al líder, impactas en todo el movimiento al que pertenece, sino que también estarás hablando de que no hay un o una líder a quien coactar, a quien focalizarse y enfocar, porque los liderazgos son múltiples. Ahí creo que es un punto en donde tenemos que entendernos como poder real, en el desarrollo de poderes reales donde poco importa quién es el presidente, quiénes son las diputadas, qué partido es el que va a tener mayoría, minoría, etcétera. Al contrario, son esos actores políticos de la sociedad política del país los que tendrán que verte como un interlocutor o una interlocutora con la que no pueden estar con decisiones que no tengan consecuencias si no hacen una referencia y un acercamiento a esos movimientos sociales que están representados y los que no se prestan a entender que es al revés, que es a qué diputado, a qué diputada me acerco, a qué partido político genero la alianza. Sino que es dónde están mis exigencias, en qué línea no me muevo con respecto a la representatividad y legitimidad de mi techo de exigencia. Y de ahí hablo con todos, como dice Morena, porque no estoy sesgado a la pertenencia o a la cercanía o a la alianza con un poder formal determinado.
Ahora, yo comprendo ese escenario. Pero también ese poder real necesita canalizar sus reivindicaciones y demandas en la institucionalidad, en el poder formal.¿usted ve aliados en partidos políticos como Nuevas Ideas? ¿Ve aliados? ¿Ve interlocutores?
M.H.: El problema en Nuevas Ideas es que aunque aparece como la fuerza con una intención de voto mayoritaria, todos los candidatos y candidatas tienen un mismo discurso, en este momento, que gira alrededor de la fidelidad a su líder. Y eso hace que no podamos distinguir como ciudadanía lo que piensa, lo que proponen. Creo que esa es la debilidad de Nuevas Ideas. Pero, habrá que buscar algún tipo de interlocución. O sea, yo estoy pensando, por ejemplo, en Suecy Callejas. Pienso que ella podría, si se atreve, a ser una interlocutora.
Ella estuvo como presidenta ad honórem de la Junta Directiva del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU). A partir de este cargo, ¿usted la ve, por ejemplo, pensando en las organizaciones feministas, como una interlocutora que en efecto canaliza y representa a estas organizaciones feministas?
M.H.: No hemos logrado una buena interlocución en el período actual de Gobierno. Tuvimos una reunión con la presidenta anterior y con las dos directoras que habían nombrado inicialmente, pero no logramos una buena continuidad. En parte, también reconozco que la pandemia congeló muchos procesos. Sin embargo, lo que quiero decir es que, por ejemplo, yo veo que hay algunas feministas que van en el FMLN. Otras, en Nuestro Tiempo. Y, por lo menos, yo a ellas las veo como interlocutoras. Van otras personas, por primera vez en esta legislatura, hay candidatos y candidatas explícitamente del movimiento LGBTI, y creo que ellos necesitarán hacer una interlocución. Entonces yo veo al revés, serán diputados y diputadas que necesitan interlocución con la sociedad. Y nosotras también. Ahora, me planteo una cosa. Quede quien quede en la Asamblea, va a tener y debe atender las exigencias de las organizaciones sociales. O sea que eso… Y no lo digo como amenaza, lo digo porque es nuestro papel. De nada sirve que existamos como organizaciones sociales y no seamos capaz de exigirles. No importa las afinidades partidarias. Tenemos que verlos como funcionarios. Obviamente yo me fijo en quién presenta propuestas y quién no. Por eso digo, es preocupante que alrededor del presidente se estructura un discurso en donde solo hay un liderazgo y donde las candidaturas no presentan cuáles son sus propuestas. Entonces, no sé ahorita la ideología o la tendencia de esos candidatos.
Hablemos de este escenario, por ejemplo. ¿Ve a diputados o diputadas en Arena que buscarían a las organizaciones sociales para dialogar?
C.M.: Yo veo a una Arena, a un Partido de Conciliación Nacional (PNC) acercarse a un partido mayoritario en la Asamblea Legislativa con diputados de Nuevas Ideas y GANA. Creo que no hay que perder de vista que partidos políticos trabajan sobre el eje de intereses. Y hay siempre que analizar qué intereses representa cada quién. Es una de las fallas del FMLN que perdió en algún momento también, la claridad de qué intereses representaba, viéndose como dueño del movimiento social y no como un miembro más de este movimiento social.
La pregunta concreta es que en todos los partidos políticos encontrarás a diputados y diputadas con quienes es posible dialogar. Pero, retomando el planteamiento que está señalando Morena, es importante que muchos diputados y muchas diputadas necesitarán acercarse al movimiento social para generar correlaciones dentro de la Asamblea, más allá de meramente números a la hora de tomar decisiones. Eso es importante porque aunque hay candidatos y candidatas, no tienen el respaldo de sus respectivos partidos políticos, o no tiene el respaldo suficiente. Por ejemplo, es lamentable a veces observar que llevan diputados y diputadas de la comunidad LGBTIQ para aparentar diversidad y captar un voto favorable a partir de esa candidatura. Pero no porque estén comprometidos como partido político, como actor político con la agenda de esta comunidad. Y tienes una Aleja Menjívar que su partido político no logra visibilizar que se están jugando el tener la primera mujer trans diputada en el Parlamento Centroamericano (Parlacen). Y es una mujer que necesita de nuestro apoyo y no necesariamente puede obtenerlo dentro de su partido político. Lo tendrá a medida de que no pierda su vínculo con el movimiento social de los movimientos sociales ambientalistas, principalmente, de los que ella proviene, como base de ese partido político.
En la idea de manejar espejismos, y con respecto a lo que todas las encuestas nos dicen sobre una mayoría o una fracción significativa de Nuevas Ideas y en alianza con GANA, creo que hay dos elementos que no estamos viendo y trasciende del movimiento social. Nos vamos al pueblo, a la gente del día a día que está sobreviviendo y no está pensando en su reivindicación política o en pertenecer a una organización determinada. Hay dos elementos que no estamos viendo y que, de alguna manera, no lo están reflejando las encuestas. Uno es el miedo y el segundo, las pandillas. Con la convicción de que mucha gente vive en territorios controlados por pandillas que no encuentran la diferencia entre policías, fuerzas armadas, este Gobierno y los grupos que les controlan su vida cotidiana en los territorios. Yo no voy a contestar una encuesta telefónica en la que me están preguntando qué opinión tengo de la Fuerza Armada, qué opinión tengo de la Policía Nacional Civil (PNC), qué opinión tengo sobre la seguridad y el Plan Control Territorial, cuando sé que el que está al otro lado de mi casa puede darse cuenta de lo que yo estoy diciendo. Y ese sí tiene poder real en mi hogar.
¿Vistas las acciones del presidente Bukele en año y medio de su gobierno, una Asamblea con mayoría oficialista de Nuevas Ideas y GANA representaría un retroceso para las demandas de las organizaciones sociales en temas como derechos humanos, memoria histórica, medio ambiente, e igualdad de género, entre otros?
M.H.: Estamos en un contexto de retroceso casi independientemente de los resultados que tengan las elecciones. Obviamente esos resultados puede agudizar la situación. Vistas las acciones del Gobierno, las tendencias autoritarias, también, que predominan en el discurso, en las imágenes y en la proyección de algunas instituciones. A mí por ejemplo, me preocupa que la principal fuerza aliada del presidente aparezca siendo la Fuerza Armada, porque eso a mí no me está diciendo que tenemos un Gobierno más fuerte, me está diciendo que tenemos un Gobierno que necesita apuntalarse en la Fuerza Armada para sentirse fuerte. Y esa es la proyección de un Gobierno autoritario.
En muchas señales veo que estamos ante un contexto de retroceso, algo muy parecido al de los años 70. Yo viví el Movimiento Estudiantil de Secundaria y luego desde el Movimiento Estudiantil Universitario, y las comunidades eclesiales de base. Y viví la persecución. Además, retomando lo que dice Celia, hay señales aquí de actuaciones públicas, pero también señales de actuaciones con poder fáctico, que es el control territorial que tienen las pandillas, porque, digamos, es cierto que hay una disminución de homicidios, y yo me alegro. Pero, en las comunidades, en los barrios, en las colonias, las extorsiones no han disminuido, el panorama del miedo sigue presente.
Entonces se combina presencia de Fuerza Armada y presencia de policías. Y quiero decir dos cosas más. A mí me preocupa la Fuerza Armada porque había adquirido un carácter profesional y de ser respetuosa y respetabilidad en nuestra sociedad. Yo creo que el uso que se está haciendo de la Fuerza Armada le está quitando ese carácter. Y lo mismo la Policía Nacional Civil. Nos costó más de 75 mil vidas esa policía.
De acuerdo
Como una policía civil garantista de los derechos humanos, y ahora está despojada de muchas de las cosas que inspiraron su fundación. Y este no era un tema de solo el FMLN, quiero decir. La Policía Nacional Civil fue recibida por la sociedad como un beneficio. Teníamos confianza en la policía. Y ahora tenemos desconfianza.
De acuerdo. Celia, ¿qué resultado electoral agudizaría, como Morena lo decía, el retroceso en las demandas de las organizaciones sociales?
C.M.: Hay que verlo en contexto. Si se concreta lo que las encuestas reflejan en la percepción de las personas encuestadas, en lo que se refiere a tener una mayoría o una fracción legislativa muy fuerte de GANA y Nuevas Ideas en la Asamblea, pienso que eso no va a estar aislado. En primer lugar, hay que ver lo que eso va a implicar, va a ser elecciones de segundo grado a los magistrados de Corte Suprema de Justicia, Fiscal General de la República, el próximo o próxima procurador de derechos humano, todo el aparato donde ahora ha sido una confrontación con el Órgano Legislativo y Judicial será cooptación del Órgano Legislativo y Judicial.
Eso también va a ser trabajado con un movimiento social afín a las fuerzas gubernamentales. No perdamos de vista, a un año de cumplir el recuerdo del 9 de febrero, la receta que trató de ser aplicada, que por cierto también es una receta aplicada por Donald Trump, en Estados Unidos, o por Jair Bolsonaro, en Brasil: insurrección.
El planteamiento de la insurrección con sindicatos y con grupos afines planteándote que son movimiento social apoyando al líder, al líder absoluto, incapaces de insurreccionarse en función de los otros Órganos y de los otros actores políticos que representan oposición. La Fuerza Armada, y yo ya no hablo de PNC, yo ya hablo de la Policía Nacional. El carácter civil de la policía ha sido arrancado en estas prácticas autoritarias, y por lo tanto lo que quiero decir es que no nos vamos a enfrentar únicamente al poder formal de la Asamblea que repercutirá como cascada en los otros: el Ministerio Público y en otros Órganos del Estado, sino que también la receta te incluye una insurrección popular, movimientos que van a ser en favor del Gobierno, chocando, contarrestando, amenazando, coaccionando a cualquier movimiento que no represente estar a favor de las iniciativas gubernamentales.
Viene tiempos muy duros, en ese sentido, pero eso tiene que generar, obligatoriamente, pese al dolor que eso puede representarnos una vez más. Pero, inevitablemente, generará movimientos emergentes que nunca van a estar de acuerdo con prácticas autoritaritas, autoritarias, y por supuesto que respetarán y pelearán por los derechos humanos en nuestro país.