Michelle Recinos y la palabra como resistencia en una Centroamérica que censura
La censura que el gobierno de Nayib Bukele impuso sobre el libro Sustancia de Hígado, de la periodista y escritora Michelle Recinos, en su debut en la Feria del Libro de Guatemala es un síntoma más del deterioro de la libertad de expresión y de prensa en una región donde la democracia está en constante disputa. En El Salvador, el libro se presentó el pasado 2 de septiembre, en un ambiente íntimo y ajeno a la polarización política que provocó dos meses atrás. Sin embargo, los espacios para escritores en el país están cerrándose silenciosamente para aquellos que buscan hacer de la literatura un instrumento para denunciar realidades incómodas para el régimen actual.
Un libro incómodo se presenta en El Salvador
La escritora Michelle Recinos presentó Sustancia de Hígado en El Salvador, acompañada de amigas y conocidos, con una cerveza en la mano para espantar el calor y en un tono alejado de los formalismos pretenciosos a los que la autora rehuye. Fue el sábado 2 de septiembre. Para ese día, El Salvador alcanzó 17 meses en un Estado de excepción que suprime derechos constitucionales y faculta al Ejército y a la Policía para detener y acusar a cualquiera, sin derecho a defensa. Ese régimen legal ha penetrado en toda la sociedad, convirtiéndose también en un régimen de miedo y silencio que la autora reflejó en su cuento más famoso: «Barberos en Huelga”.
Pese al contexto, y a que el mismo Gobierno que impulsa el régimen fue el que censuró su libro hace dos meses, Recinos encontró un ambiente íntimo y seguro dentro del centro cultural La Casa Rosada, espacio artístico y de resistencia cuír, para hablar sobre las situaciones que observó en su trabajo como periodista y que desahogó a través de la ficción en los relatos que conforman el libro.
La presentación, en realidad, fue una plática entre amigas. Junto a las periodistas Doris Rosales y Angélica Ramírez, Recinos contó que el régimen de excepción, el descubrimiento de una fosa clandestina en el patio trasero de la casa de un expolicía en Chalchuapa, la corrupción desvergonzada de las autoridades y las violencias contra mujeres y niñas son las realidades que encuentran espejo en sus cuentos.
“Hay un montón de mí — en el libro — . Refleja cómo me siento en torno a un montón de cosas. Por ejemplo, cómo me siento con respecto al régimen de excepción, cómo me siento en torno a la mercantilización de las víctimas en general, cómo me siento en torno a relaciones fallidas y dolorosas”, dijo Recinos, de 25 años, a un pequeño grupo de personas.
La escritora habló sobre los obstáculos de escribir siendo mujer, en un ambiente literario patriarcal, dominado por hombres “mediocres”; de cómo encontró su voz después de despojarse de la necesidad de ser aceptada por esos círculos de escritores, y de la sensibilidad que ve en las narrativas de otras mujeres que la inspiran, como Dorothy Parker, Mariana Enríquez y Fernanda Melchor.
Quizá porque pensó que todas esas cosas eran más importantes, en esa segunda presentación del libro, Recinos prefirió no seguir hablando sobre la censura del gobierno y prefirió centrarse en las motivaciones detrás de su libro y el resto de su obra. Cuando un asistente, al final del conversatorio, le consultó por el suceso, Recinos se limitó a resumir lo absurdo de todo el episodio y concluyó con un llano y sentido: “Bien pendejos, la verdad”.
Un libro censurado en Guatemala rompe récord de ventas
Hace dos meses, la noticia sobre la censura de su libro la sorprendió a días de la presentación del mismo en la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua). La escritora no esperaba semejante bloqueo de parte del Gobierno de Nayib Bukele, dado que, a sus anteriores publicaciones, este apenas les había dedicado una generosa, pero fría indiferencia, que fue seguida por un silencio oficial cuando ganó dos prestigiosos concursos literarios en el 2022: el Premio Carátula de Cuento Centroamericano y el Premio Mario Monteforte Toledo. Con estos reconocimientos, la autora se aseguró un puesto entre las firmas de la narrativa contemporánea en la región, pero no mereció ni una palabra del Ministerio de Cultura ni ninguna otra entidad oficial.
Cuando la censura del libro se conoció públicamente, Recinos estaba fuera del país, sin señal en su celular e inconsciente de que en las redes sociales había surgido espontáneamente una campaña a favor de la libertad de expresión en su nombre. Pocas horas antes, F&G Editores, la casa editorial que publicó su libro, había dado a conocer, mediante un comunicado, que la Embajada de El Salvador había solicitado retirar el evento de presentación de la obra de la agenda de la Feria, donde el país vecino era invitado de honor. El mensaje no daba explicaciones sobre esta petición, pero advertía, en la actitud del representante diplomático, una clara censura a la obra literaria.
Fue hasta que llegó al hotel donde se hospedaba que la escritora entendió qué estaba pasando. Leyó los mensajes de su editor, Raúl Figueroa Sarti, y leyó su nombre regado por las redes sociales, junto a denuncias de la censura de su libro y expresiones de apoyo a su obra. Uno de sus dos cuentos premiados, “Barberos en Huelga”, estaba circulando entre los usuarios y se estaba leyendo con una atención que no había logrado tener ni siquiera cuando se llevó el Monteforte Toledo. Su voz, al otro lado del teléfono, revelaba un poco de sorpresa y coraje. “Me parece bien ilógico y absurdo que estén con esta pendejada de prohibir la presentación de un libro y, segundo, que no haya habido una razón. No ha habido hasta el momento ningún comunicado ni de Filgua, ni de la Embajada de El Salvador diciéndonos: se decidió prohibir este libro porque qué sé yo, por inmoral, porque es satánico, por cualquier razón”, dijo esa noche.
El reclamo de Recinos sigue siendo válido dos meses después. El Gobierno de El Salvador no ha dado, hasta la fecha, ninguna explicación pública sobre por qué solicitó retirar la presentación del libro de la agenda de Filgua. Es más, “solicitar” es un verbo inexacto para la propuesta que la oficina diplomática hizo a la Gremial de Editores, que organiza la feria, y a la que dio dos opciones: o eliminan el evento o se cancela nuestra participación como invitados de honor. Consultada por Focos, la asociación se negó a calificar las acciones de la Embajada y a dar mayores explicaciones sobre por qué se decidió aceptar ese planteamiento.
Figueroa Sarti, director de F&G Editores y miembro de la gremial, defendió la actitud de esa organización y dijo que la decisión de presentar el libro en otro espacio fue propia. “Yo tuve muchas discusiones con los colegas de la gremial. No fue que me dijeran así ‘no’; ellos insistieron, realmente”, señaló. La situación era incómoda y dejó a la asociación entre la espada y la pared. “No es grato que, cuando tú tienes a un invitado en tu casa e invitas a otro montón de gente, de repente el invitado principal se retire porque le cae mal ‘fulanita’. No puedes decir: ‘fue rollo de él, él es responsable de cenar’. Entonces, nosotros aceptamos no presentar el libro en la feria para no provocarle problemas a la feria ni al Gremio de Editores, pero dijimos: no nos vamos a quedar callados ante la censura”.
Como acto de resistencia, el libro se presentó en la fecha planificada, aunque no en la Filgua, sino en las instalaciones de la librería del Fondo de Cultura Económica, en el centro histórico de Ciudad de Guatemala, y terminó siendo uno de los textos más vendidos en el stand de la editorial en Filgua. Pero antes de ese triunfo rebelde, Recinos tuvo que pasar un par de días debatiéndose entre la desesperanza y la indignación.
— ¿Te despierta temor esta situación? -le pregunté en aquel momento.
— No sabría responder a esa pregunta, porque creo que ahorita realmente estoy en un gran shock. O sea, un montón de gente me está escribiendo y es como: juela, y ¿ahora qué? No sé, creo que es lo único que ahora pienso ¿y ahora qué?
La palabra es perseguida en Centroamérica
Figueroa Sarti quería honrar la literatura salvadoreña y se ganó un desplante. Un año atrás, durante la entrega del Premio Mario Monteforte Toledo a Recinos, el editor le propuso publicar una colección de cuentos con F&G Editores, en parte, pensando que la próxima Filgua tendría como invitado de honor a El Salvador. “En las ferias internacionales, cuando hay algún país invitado, las editoriales de país anfitrión, se preocupan de hacer traducciones de la libros, de manera conjunta con los Gobiernos, a manera de cortesía, y un poco con esa idea dijimos: bueno, vamos a saludar a la literatura salvadoreña publicando a una joven escritora”, explicó. Recinos aceptó la propuesta del editor y en poco tiempo envió los cuentos que conforman Sustancia de Hígado. Fue así cómo nació el libro-homenaje para El Salvador que incomodó al Gobierno de Bukele.
Sin embargo, antes de que cualquiera se adelante a hacer suposiciones sobre el texto por las reacciones que generó, Figueroa Sarti hace una aclaración: Sustancia de Hígado no es un panfleto contra el presidente salvadoreño. Aunque tampoco es un libro despojado de planteamiento político. “Con Raúl bromeamos en un inicio sobre las reacciones que podíamos tener, porque pensamos que era un libro incendiario, pero nunca pensamos que iba a llegar a ese nivel de incomodidad”, señala Recinos.
Desde la ficción, y sin caer en un tono aleccionador, los cuentos de Recinos advierten sobre las terribles realidades derivadas del autoritarismo, las violaciones a derechos humanos, la violencia machista, las hipocresías de las élites conservadoras y políticas, la desigualdad, la pobreza y la indiferencia social que se hace de ojos ciegos ante las desgracias ajenas. Después de todo, Sustancia de Hígado es un libro escrito con bilis. “Fue una forma de sacar mi enojo con muchas cosas que yo veo que están pasando”, dice Recinos, quien, además de ser escritora, es periodista, otra profesión expuesta a la persecución y la censura en El Salvador de Bukele..
Para F&G Editores esta no es la primera vez que enfrentan la oposición de un gobierno a la difusión de uno de sus libros. El miedo a la palabra recorre Centroamérica en la medida que sus líderes políticos van torciendo el rumbo de las democracias a regímenes autoritarios. “Hace unos pocos años publicamos ‘Política y Memoria en Nicaragua’, de Margarita Banini, un libro que fue decomisado por el gobierno de Daniel Ortega en la frontera y tuvimos que buscar otra manera para que el libro entrara a Nicaragua”, cuenta Figueroa Sarti.
En el país vecino, la memoria de los últimos 40 años ha sido objeto de conquista para el Orteguismo y la literatura no está exenta de esa persecución. En septiembre de 2021, el régimen prohibió la presentación del libro “Tongolele no sabía bailar”, del escritor Sergio Ramírez, editado por Alfaguara. El cargamento de textos pasó varias semanas incautado en la aduana nicaragüense. Finalmente, el escritor, ahora expatriado por Ortega y despojado de sus bienes en el país, decidió liberar el PDF del libro para que circulara libremente.
Los dictadores le temen a la palabra, explica Figueroa Sarti, por su poder para explicar la realidad, más allá de sólo padecerla, y a partir de ese conocimiento, transformarla. “La palabra hace que la gente se acerque entre ella, que nos conozcamos, que conozcamos la realidad, que pensemos cómo cambiar la realidad, que lo divulguemos, y a partir de eso se van generando movimientos contra las dictaduras”, dice.
Es por eso que las editoriales y librerías, así como el periodismo independiente, se encuentran también bajo amenaza dentro de la región. Antes de la censura de Sustancia de Hígado, en Guatemala, los periodistas Marvin del Cid y Sony Figueroa denunciaron que el Gobierno de Alejandro Giamattei ejerció presiones para que sus dos libros periodísticos: «¡Yo no quiero ser reconocido como un hijueputa más!» y «Así me convertí en un ‘hijueputa más‘”, que explican escándalos de corrupción del presidente guatemalteco, fueran retirados del catálogo de Sophos, una de las librerías más importantes del país. De acuerdo con la denuncia de los autores, a través del ministro de Cultura, Felipe Aguilar, el mandatario amenazó con sabotear la Filgua si los ejemplares continuaban a la venta. Así que la librería tuvo que retirarlos.
La censura del arte en El Salvador también puede ocurrir de maneras menos visibles. El cronista Óscar Martínez ha denunciado en al menos dos ocasiones que su libro Los muertos y el periodista ha sido retirado de los anaqueles de las librerías del país debido a que su labor es incómoda al Gobierno de Bukele. Martínez es jefe de redacción de El Faro, un medio que hasta decidió mudar su sede a Costa Rica como medida de precaución frente a las avanzadas de la persecución del Estado salvadoreño contra el medio.
Frente a esta amenaza sobre la libertad de las ideas y las palabras en Centroamérica, las reacciones a la censura al libro de Recinos son esperanzadoras, dice Figueroa Sarti. “Me parece realmente muy positivo porque significa que en El Salvador, como en Guatemala, hay ciudadanos que no están dispuestos a aceptar la dictadura, que hay ciudadanos que no están dispuestos a aceptar que les impongan cosas con las cuales no están de acuerdo”, señala el editor.
Durante su presentación alternativa, en el centro de la ciudad, el pequeño auditorio del fondo de Cultura Económica se abarrotó de una treintena de personas interesadas en la obra de Recinos y llamadas también por el revuelo que provocó la censura del libro. “Nunca había escuchado de usted, pero cuando ví lo de la censura, quise venir a apoyar”, dijo una asistente a la escritora mientras pedía que le firmara una copia de su libro. La lluvia de condenas y mensajes de apoyo han seguido llegando a Recinos tras el escándalo. Aunque, para la escritora, esta situación ha sido agridulce.
“Me da esperanza pensar que no estoy sola. No en un sentido heroico, si no en el sentido de que todavía hay gente dispuesta a pelear por el derecho a la palabra, por el derecho a expresarnos. Pero a la vez, me genera un poquito de ansiedad, el hecho de que tengan que pasar este tipo de vulneraciones para que nos demos cuenta de que en nuestro país hay producción literaria y que lo único que falta es consumo y difusión. Hay mucha gente de nuestra generación que está escribiendo bien y que como no los han llegado a censurar, entonces la gente no conoce de ellos”, explicó al finalizar ese evento.