Pintodo, el santuario del arte que no quiere ser borrado
René Cuchilla es el guardián de la última pinacoteca y galería de arte del Centro Histórico de San Salvador. Aunque su profesión es ser administrador de empresas, hace casi cuatro décadas comenzó un emprendimiento de enmarcación de fotografías que, después de algunos años, floreció como un taller de restauración de arte y una sala de exposición de artistas salvadoreños, veteranos y novatos por igual. Ahora, teme que el plan de revitalización del Centro Histórico lo excluya de su santuario.
Cada día a las 7 de la mañana, René Cuchilla abre las puertas de su taller de arte. No siempre hay visitantes, pero esta tarde en el barrio Concepción, como casi todas las tardes desde los años 80, René se entregará a la incertidumbre de crear, restaurar y vender arte en medio del Centro Histórico de San Salvador.
Los personajes, formas y paisajes de los cuadros de Enmarcaciones Pintodo, como nombró a su negocio, permanecen inmóviles desde hace décadas. No así su entorno. Afuera, la ciudad cambia, y René puede sentirlo.
“He escuchado que se ha aprobado una ley municipal, entiendo que es municipal, y que están haciendo que todos los negocios que están dentro del Centro Histórico nos registremos y ellos van a decidir si nosotros aplicamos como para seguir desarrollando. Ojalá no tengamos ningún inconveniente”, afirma.
En junio pasado, la Autoridad de Planificación del Centro Histórico de San Salvador (APLAN), creada para centralizar los trabajos de “revitalización” en el Centro Histórico, emitió un “Reglamento para el Funcionamiento de las Actividades Comerciales de los Establecimientos de la zona”.
El documento establece que toda institución que desarrolle una actividad comercial o de prestación de servicios deberá contar una licencia para su funcionamiento, que durará por un año. De no contar con esta licencia, los negocios podrán operar temporalmente: sólo 90 días.
Enmarcaciones Pintodo nació hace casi 40 años como una venta de pinturas industriales para el hogar. Vendían barnices, brochas, lijas y otros accesorios que, de alguna manera, también servían a los artistas plásticos. Y así fue colándose entre los lienzos de decenas de pintores salvadoreños, conocidos y desconocidos por igual.
Él mismo no comenzó como artista plástico. René se graduó como licenciado en Administración de Empresas de la Universidad de El Salvador, formación que le ha ayudado a llevar su negocio. Recuerda cómo empezó enmarcando cosas pequeñas: títulos, fotos y pósters. Luego, comenzó a restaurar pinturas al óleo de coleccionistas privados y otros artistas.
La actividad que sostiene su economía sigue siendo principalmente la fabricación de marcos para cuadros y fotografías; pero también vende la obra plástica de otros pintores que, como él, tienen poco acceso a las grandes galerías ubicadas en zonas exclusivas de la capital salvadoreña y sus alrededores. Además, la galería sirve como un espacio de aprendizaje para artistas emergentes.
“Cuesta un poco incursionar en las grandes galerías u otros espacios dedicados a la venta de arte, de pinturas, porque estos espacios privilegian a artistas internacionales o de renombre. Al artista que comienza se le hace más difícil porque se le exige determinada experiencia que el joven no puede cumplir”, afirma.
Así, René trazó una ruta en el mundo del arte con un desafío doble: crear arte y venderlo en una zona donde los compradores y coleccionistas de arte casi nunca visitan, el Centro Histórico de San Salvador.
Enmarcaciones Pintodo, además de una galería de arte, es ahora la última pinacoteca del Centro Histórico. En sus paredes y caballetes viejos ha desfilado la obra de artistas salvadoreños de gran trayectoria.
Aún así, reconoce que los cuadros y obras pictóricas de los artistas reconocidos son minoría, y sus precios son difíciles de pagar para los clientes habituales y los visitantes del Centro. Los cuadros que ha vendido a otros comerciantes de arte hasta por $400, luego se han vendido hasta el doble o el triple de ese valor en galerías de la colonia San Benito, afirma.
René también potencia el trabajo de artistas emergentes: lo único que se les exige a los nuevos pintores es que la obra sea de buena calidad y de buenos materiales.
Afirma que en ese pequeño espacio del barrio Concepción muchos comenzaron su camino como artistas, contemplando la técnica y los trazos ya expuestos de otros artistas con mayor trayectoria. Ahora, el viejo taller se mantiene con el mismo propósito: un espacio para conservar el arte.
“Cualquiera puede venir a apreciar las obras que tenemos acá. Hay pintores con mucho recorrido, de más de 40 años en el arte. El que se está iniciando puede venir e incursionar mostrando su obra o aprendiendo”, explica.
Conservar el arte en el barrio Concepción
Entre las calles del barrio Concepción, la trama urbana se une con los vestigios neocoloniales. Los edificios y casas de la burguesía cafetalera, antes imponentes, están parchados con láminas troqueladas, madera, bahareque y algunas paredes de concreto, creando una ecléctica arquitectura del Centro Histórico, la de una ciudad que se rehúsa a romperse del todo.
Tanto en las viviendas como en Enmarcaciones Pintodo hay grandes ventanales y puertas en las esquinas. Desde la famosa “Esquina de la Muerte”, como se le conoce a esta zona, pueden verse desde fuera cientos de cuadros decorando las paredes, mesas y el piso de baldosas artesanales.
Pintodo se encuentra a sólo unos metros de la extinta Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), donde hace 35 años ocurrió una masacre que acabó con la vida de 10 sindicalistas, en medio del conflicto armado en El Salvador.
Tanto la galería como el taller sobrevivieron a la guerra civil, pero ahora se enfrentan a un nuevo reto: la apuesta de turistificación masiva del Centro Histórico, que comenzó llevándose a los vendedores informales, y amenaza con arrasar los medios de vida de los habitantes del Centro.
Ahora, en esta pinacoteca improvisada, René lucha por conservar el arte en medio de los escombros; o los mismos escombros se convierten en arte. René es el artista y el vendedor, pero también el curador y el promotor.
Todo negocio tiene dificultades cuando se inicia, dice. Cuesta el financiamiento y más cuando el arte no es un “artículo de primera necesidad”. Y aún así lo es, afirma.
Pero vender obras pictóricas es complejo en el Centro Histórico. El comprador de arte está acostumbrado a buscar en las galerías de élite reconocidas, dice, que se encuentran en las zonas de alta plusvalía de la capital.
Dentro del plan de rehabilitación del Centro Histórico, el taller de René deberá justificar su existencia o ceder paso a esas grandes galerías, donde los cuadros tienen firmas conocidas, y donde las réplicas de los muertos tienen más valor que la obra de un artista que debe luchar por sobrevivir.
Una sala de exposiciones se asoma sutilmente en uno de los pisos de la Biblioteca Nacional de El Salvador (BINAES), que se erige en el terreno que ocupó la antigua Biblioteca, un patrimonio del Centro demolido en nombre de la modernidad. Ese salón se disputa el espacio con restaurantes costosos y salas temáticas con realidad virtual, donde turistas extranjeros y salvadoreños que nunca antes visitaron el Centro, se atreverán a poner los pies en la antes temida San Salvador, ahora domesticada. Y a las 7 de la noche, como todas las noches, la galería de René Cuchilla quedará a oscuras y él se perderá en las nuevas calles del Centro Histórico.