Soldados, maquinaria y minería: las dudas que recorren San Sebastián

Soldados, maquinaria y minería: las dudas que recorren San Sebastián

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Soldados, maquinaria y minería: las dudas que recorren San Sebastián

Resumen de la nota

Soldados, maquinaria y minería: las dudas que recorren San Sebastián

 

 

En los últimos dos meses, después del regreso de la minería a El Salvador, militares y maquinaria del Ministerio de Obras Públicas se han apoderado de la entrada a la histórica mina San Sebastián, en La Unión, al oriente del país. Habitantes del cantón creen que las obras están relacionadas con la colocación de un tanque de abastecimiento de agua; sin embargo, las autoridades no han dado cuenta de estos trabajos, ni de la presencia de soldados.

Por Jaime Quintanilla y Andrés Dimas

Una decena de soldados descansan en una champa de lámina que los güiriseros, mineros artesanales que pepenan oro en las entrañas del cerro San Sebastián, construyeron para resguardarse del sol. Estaban acostados en hamacas raídas sin sus chaquetas camufladas, intentando sobrevivir al calor polvoso de las 2 de la tarde, cuando un grupo de periodistas llegó al frente al campamento a preguntar por qué la Fuerza Armada ha tomado control de esta parte del cerro. 

En San Sebastián nadie está seguro de qué está pasando. Lo único que han visto es que hay maquinaria y militares cerca de la cima. El campamento con un mapa de la zona está apostado sobre uno de los túneles que las antiguas empresas mineras usaban para extraer oro. Ahí un letrero que reza “GOLD MINE” (mina de oro, en inglés) sigue avisando que esa es una de las entradas a las vísceras del cerro que entre sus venas esconde migajas de ese metal escurridizo que los mineros artesanales aún buscan desesperadamente.

—Cuidando las máquinas —responde tajante un soldado que sale de la sombra de una champa sobre la entrada al túnel. 

—¿Pero qué van a hacer aquí? ¿Por qué hay máquinas? —preguntamos.

—Solo cuidando las máquinas estamos…—zanja otro soldado sin dar más explicaciones —Cuidando las máquinas.

Además de la decena de soldados, trabajadores identificados con camisas amarillas del Ministerio de Obras Públicas (MOP) operan tres excavadoras y dos retroexcavadoras hace unos minutos, mientras otro puñado arreglan el camino que lleva hasta este lugar con aplanadoras y otras máquinas. 

Desde el 23 de diciembre del año pasado, la minería volvió a ser legal en El Salvador y trajo consigo dudas, miedos y un rechazo masivo a la iniciativa que el Gobierno de Nayib Bukele impulsó de manera unilateral, sin consultar a la población ni a un solo experto publicamente, e ignorando diferentes estudios que han concluido en que la minería metálica es inviable en el país. Ahora, unas semanas después de haber tomado esta decisión impopular, un grupo de soldados custodia uno de los distritos mineros que está en la mira del Gobierno.

Una de las entradas de la mina ubicada en el cerro de San Sebastián, intervenida con excavadoras, está custodiada por militares. El Gobierno salvadoreño no ha explicado qué tipo de trabajos se están realizando en la zona. /Robinson Aguilar.

San Sebastián es la cara más visible de los efectos de la extracción minera. El río de aguas tintadas de un carmesí furioso, que atraviesa el pueblo, emana del cerro que fue saqueado por transnacionales durante el siglo pasado, la mina incluso fue la más prolífica en Centroamérica durante la primera mitad del siglo XX. La última empresa que explotó el oro fue la estadounidense Commerce Group Corporation (CGC), a través de San Sebastián Gold Mines, Inc,, quien permaneció desde los años 70s hasta 2006, cuando el MARN decidió revocarle los permisos por la contaminación del río, el mismo que a la fecha continúa excretando una ponzoña cargada de metales pesados. 

Los soldados llegaron hace unos meses, después de que Bukele comenzó a coquetear con la reactivación de la minería, según cuentan los habitantes del pueblo y los mineros artesanales que trabajan en el cerro. Han estado recogiendo basura en la zona y patrullando sin explicar qué es lo que hacen ahí. Víctor, uno de los güiriseros que trabaja unos 60 metros abajo en la mina Santa Elena, dice que hace unas semanas habló con uno de los militares pero solo le dijo que estaban haciendo unos baños. No entendió a qué se refería ni por qué era necesaria tanta maquinaria pesada para abrir unas fosas sépticas, y el soldado no le dio más información. 

Don Antonio Salmerón, un hombre de unos 60 años que vive cerca de la mina, cuenta que nadie sabe qué están haciendo. “La gente está como paniqueada, como con miedo de que los van a desalojar. Porque ellos ahí se han apoderado hasta de una mina que tenían unos muchachos”, dice dentro del pick up rojo en el que lleva una cisterna para almacenar agua para su casa.

La otra teoría que tienen varios habitantes es que en ese lugar van a colocar un enorme tanque, como parte del proyecto de introducción de agua potable a las viviendas que están en las faldas del cerro. Pero hasta hoy, nadie se los ha confirmado.

El mutismo de los soldados y de los trabajadores del MOP ha levantado sospechas entre los habitantes de la zona, organizaciones ambientalistas y entre los salvadoreños que han visto imágenes de la maquinaria pesada cerca de la cima del cerro. La falta de información oficial por parte del Gobierno de Nayib Bukele sobre lo que ocurre en esta área, considerada una de las de mayor potencial minero del país, ha intensificado la incertidumbre.

El 21 de febrero, a través de correos electrónicos y de mensajes, FOCOS solicitó una aclaración al presidente de ANDA, Jorge Castaneda; al ministro de Obras Públicas, Romero Herrera, y al de la Defensa, René Francis Merino Monroy, sobre los trabajos en el cerro y la presencia militar; pero ninguno respondió.

Mineros artesanales (güiriseros) ingresan a la mina Santa Elena, en el cerro San Sebastián, a unos 500 metros del campamento militar./ Andrés Dimas.

En este cerro han operado diferentes empresas mineras desde hace más de un siglo. Pero con la prohibición de la minería metálica en el país en 2017, el cerro por fin pudo descansar de las grandes extracciones y solo se quedó asediado por los güiriseros, que como hormigas sacan las pepitas de oro que aún conserva. Ahora siguen trabajando, pero tienen la duda de si serán desplazados en cualquier momento. 

Los terrenos donde están ahora las máquinas pertenecían a la Mineral San Sebastián, S. A. y a José Francisco Siero y Rojas. Pero según documentos oficiales del Centro Nacional de Registros, en la actualidad, el cerro está parcelado en varios terrenos. Uno de mayor extensión pertenece a Francisco Benítez Corea y el colindante de menor extensión está a nombre de Luisa Esperanza Flores de Morales y Brenda Marilu Morales Orellana. Estos dos terrenos son usados actualmente para mantener la maquinaria del MOP y como campamento militar.

Al consultarle a Benítez Corea qué tipo de trabajos hacían en su terreno, afirmó que ignoraba las obras que realizan en el cerro y que desconocía por qué su nombre figuraba como propietario del terreno en el Registro de la Propiedad. “Yo no me explico cómo sigo siendo dueño de ahí”, dijo vía telefónica. 

La promesa del agua

Hasta el 13 de febrero, los trabajos que los empleados del MOP han hecho en San Sebastián se ven solo en la superficie. Los habitantes tampoco pueden dar fe de que las máquinas se han usado en actividades relacionadas a la minería. Pero desde que los soldados aparecieron en el cantón les han restringido el acceso a ciertas zonas del cerro.

A finales de 2021, la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA) comenzó a ejecutar el proyecto de introducción de agua potable y obras de saneamiento en el cantón San Sebastián para beneficiar a 4,525 personas. Esta medida llegó después de que el cantón sobreviviera durante décadas con pozos particulares que los abastecen de agua y de comprar fardos de agua en bolsa para beber. 

El proyecto ha sido ejecutado en tres fases, con un costo que supera los $3,181,453.10, destinados a cinco contratos con las empresas DIPERSA, Hunayco, e Inversión y Proyecto MM. 

Esta última empresa recibió el 21 de noviembre de 2024 la contratación directa 02/2024-FGEN para la construcción de un tanque almacenamiento, una red de distribución y acometidas domiciliares. El contrato, sin embargo, no está disponible en el Portal de Transparencia de la institución, por lo que no se puede saber la ubicación exacta donde se está realizando la obra, ni a cuántas personas podría beneficiar.

Según los datos publicados en los tabulados de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2023, La Unión es el departamento del país con el menor porcentaje de hogares con acceso a agua por cañería, con apenas un 65.12 %.

Comunidades aledañas al río San Sebastián enfrentan la escasez de agua potable pagando por el servicio de pozos privados y comprando fardos de agua en bolsa. /Robinson Aguilar.

José Antonio Monge Morales, apoderado de Inversión y Proyecto MM, confirmó que la empresa inició “hace un par de semanas atrás” el proyecto del tanque de agua en el cerro San Sebastián, pero no brindó detalles sobre la ubicación exacta donde estaban realizando los trabajos porque en ese momento hablaba desde San Salvador. “Acérquense a la zona, ahí están los ingenieros, tengo un maestro de obra, hay personal de campo”, añadió.

“Es solo en un terreno, nada más. Nosotros ya hicimos una terraza y ahí excavamos donde se va a hacer el tanque, se hizo con la máquina, ya eso ya estuvo; pero el estudio de suelo reportó que es un poco inestable ahí, que se tiene que mejorar el suelo. Estamos esperando respuesta”, dijo Monge vía telefónica.

Sobre la presencia militar y obreros del MOP en la cima del cerro, Monge dijo que no tiene nada que ver con ellos. “Esa maquinaria no es nuestra, no sé de quién es. Eso que haya maquinaria, que haya Ejército, no sé, no tiene nada que ver (con) nosotros”, reiteró.

En el informe sobre el legado de la mina San Sebastián publicado en 2016 y en el seguimiento de 2019, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) señaló que entre las afectaciones que la población de San Sebastián sufría no solo estaba la contaminación del río, sino que también “las graves deficiencias en el abastecimiento de agua potable”. 

El río de San Sebastián nace envenenado desde hace más de un siglo, debido a la explotación minera de empresas transnacionales. /Robinson Aguilar.

El río no sana

Don Tomás nació y ha vivido aquí toda vida. Ahora tiene 77 años, es viudo y habla con el esfuerzo de años de trabajar como campesino y del desgaste de recorrer estas calles polvosas por en las que revolotea el olor ácido de las aguas. En sus casi ocho décadas nunca vio que el líquido que se deslizaba de las laderas del cerro fuera transparente. Aquí nadie recuerda cuándo fue la última vez que el río arrojó aguas claras. 

San Sebastián es un pueblo de contrastes. Hay viviendas mínimas que se pueden resumir en láminas, madera y clavos frente a casas enormes de dos plantas que tienen jardines verdes, financiadas con dinero que la diáspora remesa y donde el calor se ve aplacado por la sombra de los árboles. También hay habitantes que, como la mayoría de los salvadoreños, están en desacuerdo con la minería; mientras otros, como don Tomás, dicen que la minería es la causa y la solución a la contaminación en la que viven. 

—Toda la vida ha estado así el río. Un capital (las antiguas empresas mineras) abrieron esa mina y el Gobierno pulsó a ver si quitaba esa contaminación y no pudo. No pudo. 

La PDDH enfatizó que las aguas del río eran un cóctel de metales pesados y químicos tóxicos, como mercurio, cobre, arsénico, manganeso, hierro, aluminio, cianuro, plomo, zinc, selenio, sulfatos, boro, níquel y litio. 

El Ministerio de Medio Ambiente (MARN) echó a andar en 2021 un proyecto de construcción de sistema para tratamiento del drenaje ácido, del que solo quedan ruinas. Los habitantes que a diario recorren los caminos que serpentean en el cerro dicen que comenzaron haciendo unas pilas que a la fecha están abandonadas. Y a pesar de que el MARN ha dispuesto de fondos para completarlo, ha sido el programa de inversión pública que año a año ha ignorado. 

El MARN, además, decidió poner en reserva la información relacionada con los avances que está haciendo para descontaminar el cerro y el río en San Sebastián, según publicó La Prensa Gráfica a finales del mes pasado.

Según el índice de información reservada de la institución, “los Procesos de Evaluación Ambiental y Sancionatorios que esta Cartera de Estado lleva a cabo, son reservados, mientras no se haya finalizado el correspondiente proceso de evaluación y emitido la respectiva resolución final y/o el Permiso Ambiental definitivo, conforme los procedimientos establecidos en la Ley de Medio Ambiente”. El documento no da más justificación que esa y señala que hasta el 17 de febrero de 2030 desclasificará la información.

—Solamente botando ese cerro, que lo vayan botando de poquito a poquito hasta que se descubra esa vertiente de ácido que está ahí. Y ahí hay un capital en exceso. Yo trabajé 18 años con la compañía sacando oro. Para abajo hay oro, que es riqueza—, asegura don Tomás.

La compañía a la que hace referencia es CGC, la principal señalada causante de la contaminación en el río y en el cantón. La PDDH incluso le exigió “financiar parte del costo de prevención y remediación del drenaje ácido de mina en San Sebastián, como consecuencia de sus actividades en la zona y en cumplimiento a sus obligaciones en materia de derechos humanos en calidad de órganos de la sociedad”. 

Además, le exigió al Estado retirar el contenedor con cianuro de sodio y sulfato ferroso que permanecieron abandonados por décadas. A inicios de este año, el contenedor fue retirado por las autoridades medioambientales, según reveló La Prensa Gráfica. No hay explicaciones sobre cómo fue esta intervención y cuál fue la disposición final de estos desechos.

Los trabajos de terracería han dejado nuevamente expuesto al cerro San Sebastián, revelando el lugar donde antes había un contenedor con cianuro de sodio y sulfato ferroso. No se ha explicado qué se hizo con este desecho. /Robinson Aguilar.

—Han traído esas máquinas con algún propósito. Quizá para excavar ya el cerro, me imagino yo. Algunos dijeron que era para hacer un plantel del tanque de la ANDA. Eso es lo que dicen algunos, pero como hoy ya no puede hablar ya uno. 

La presencia de los militares y de las máquinas del MOP y el régimen de excepción que lleva vivo tres años han calado en el subconsciente de los habitantes de San Sebastián. Joaquín (nombre ficticio) lo desliza en sus palabras. Teme que expresar su opinión libremente le traiga consecuencias, pero narra desde su casa que gracias a su trabajo conversa seguido con muchos habitantes del cantón. 

San Sebastián no es un cantón con un historial de comunidades organizadas. Joaquín dice que no hay ni siquiera una Asociación de Desarrollo Comunal (Adesco), pero que hace años, cuando se prohibió la minería, había algunos destellos de organización de la Iglesia Católica, que buscaba incentivar a los mineros artesanales a ser los únicos que extrajeran oro del cerro. 

Joaquín se dice a sí mismo que si hubiera una Adesco, las máquinas no hubieran ingresado o que, al menos, tendrían información sobre las obras que hacen. Que no tendrían el temor de preguntar, de enfrentar represalias. No tendrían miedo de perder la oportunidad de seguir trabajando en el cerro o incluso de ser detenidos. 

Joaquín, además, es de las pocas personas en San Sebastián que ven con recelo la posibilidad de que la minería desbaste el cerro. Y afirma que el proyecto de agua de ANDA llega muy tarde porque todas las comunidades del cantón se las han ingeniado para abastecerse de un pozo particular, como él, que tiene un tanque de abastecimiento como el que don Antonio llevaba en su pick up. 

—El pozo está aquí abajo y subimos agua hasta allá arriba al tanque. También tenemos todos estos árboles hasta allá arriba, estamos ayudándole al medioambiente y ayudándonos a vivir a nosotros también. Pero con la minería nos van a acabar todos.

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