Una Semilla que germinó en las elecciones de Guatemala
Por Melisa Rabanales
¿Cómo pasó?, es quizás la pregunta que más se han hecho los guatemaltecos en los últimos días, desde que en la madrugada del lunes se confirmara que el binomio de Bernardo Arévalo y Karin Herrera, del Movimiento Semilla, pasaba a segunda vuelta en las elecciones por la presidencia en Guatemala.
Y es que alrededor de esa pregunta no solo está la sorpresa de cómo un candidato que en las encuestas aparecía en los últimos lugares sea ahora el rival de Sandra Torres, una política con experiencia, recursos y un récord de acusaciones de corrupción.
Sino también de cómo, en medio de un debilitamiento de la democracia, de la persecución contra periodistas, del exilio de decenas de operadores de justicia, de la cooptación de las cortes y de la aparente desesperanza, la mayoría de los candidatos del establishment hayan quedado fuera de la contienda. Un ejemplo de esto es el de Zury Ríos, hija del exdictador Efraín Ríos Montt y la candidata favorita de la élite ultraconservadora, quien apenas logró el sexto lugar de las preferencias.
Pero también, de lo que tuvo que pasar para que un movimiento joven, de izquierda progresista, con una de las campañas más austeras de los últimos años y que empezó hace tan solo tres meses, lograra hacerse camino hacia la presidencia y adjudicarse 23 diputaciones en el Congreso.
Intentar entender esta hazaña es quizás un ejercicio de memoria.
Semilla nació del movimiento ciudadano del 2015 que logró la renuncia del entonces presidente Otto Pérez Molina. Y aunque para muchos esa pequeña primavera democrática fue el ejemplo perfecto de “lo que pudo ser y no fue”, el movimiento sobrevivió y creció de forma paulatina y casi silenciosa como una fuerza en el área metropolitana, entre una clase media, universitaria y joven que buscaba cambios. También amplió sus bases en los departamentos con un trabajo de hormiga, abanderando la lucha contra la corrupción. No podríamos entonces hablar de una Semilla que hoy germina si no habláramos de aquel momento clave, que pareció efímero cuando el autoritarismo se instaló con fuerza en el país, pero que hoy sabemos que tuvo frutos.
Tampoco podemos intentar responder al cómo, si no tomamos en cuenta el papel fundamental de los jóvenes, que el día de las elecciones colmaron las redes sociales con mensajes que instaban a votar desde la dignidad y no desde la estrategia. De cómo la propaganda boca a boca pareció competir con el netcenter y los millones gastados por los partidos tradicionales.
Eso, sumado a un “Tío Bernie”, como le apodaron en las redes, que logró colarse en Tik Tok, que asistió a la mayoría de debates -incluso aquellos organizados por los sectores ultraconservadores y religiosos-, que logró aprovechar las debilidades discursivas de los contrincantes y que supo apelar a la nostalgia de los mayores, quienes aún recuerdan a la Guatemala que gobernó su padre, Juan José Arévalo.
Bernardo y Semilla crecieron sin que quizás lo esperaran sus principales detractores, los que defienden el status quo y les interesa que las cosas se queden como están. Los mismos que truncaron tres candidaturas que les parecían peligrosas para su objetivo.
Los de Semilla, crecieron entre una democracia tambaleante, entre un pacto de corruptos que logró desarticular la Comisión Contra la Impunidad, CICIG hace unos años, y que ahora, colma las instituciones, la universidad pública, que ha logrado perseguir a periodistas y fiscales y mandar a personas al exilio. Crecieron entre los indecisos y los hartos. Crecieron quizás sin darse cuenta lo mucho que lo hicieron.
Y aunque la hazaña por el momento no se convierte en victoria y a Arévalo le espera una segunda vuelta complicada, lo que es cierto, es que quizás el voto del domingo en Guatemala no solo es una sorpresa, sino también una pequeña victoria de la memoria.
Melisa Rabanales. Periodista guatemalteca. Se ha especializado en el periodismo narrativo y sonoro en temas de género, Derechos Humanos y migración. Ha colaborado para medios como Agencia Ocote, Vice, The Guardian UK, Revista Volcánicas, Distintas Latitudes Fue productora y periodista de Radio Ocote Podcast. Recibió el Premio Gabo 2022 en la categoría cobertura junto al equipo del proyecto «No fue el fuego», de Ocote. Es becaria de la International Women’s Media Foundation (IWMF), integrante de la cuarta generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas y coordinadora de la Revista Imawiriki de SOPHOS. Algunos de sus ensayos y crónicas han sido publicados en los libros «Luz, trayecto y estruendo» de Editorial Cultura (2019) y en «Crónica 4» de la Universidad Nacional Autónoma de México (2021). Ahora trabaja en Radio Ambulante como periodista digital.