1975
Por Alejandro Córdova
Esta es la tercera de una serie de columnas de opinión en las que reflexiono sobre la historia de la gestión pública de las artes y la cultura en El Salvador. Me interesa recordar algunas experiencias del pasado que puedan servirle al presente (y al presidente) para pensar el rol del Estado en la cultura. En este texto voy a hablar de 1975, un año especialmente convulso previo a la guerra civil. Un año con muchos eventos relevantes que nos haría bien recordar.
1. Un teatro nacional, ¡por favor!
En mi columna anterior, compartí la historia de Walter Béneke y su gestión como ministro de Educación, la Reforma Educativa y los bachilleratos diversificados en 1968, período crucial para las artes salvadoreñas. Naturalmente, el ideal modernista de educar a la población desembocaba en la necesidad de crear nuevos espacios para albergar la cultura nacional. Por ejemplo, en estos años, la Galería Nacional de Arte fundada por el escritor y pintor Salarrué vivió su corto esplendor, exhibiendo pinturas y esculturas nacionales y latinoamericanas por primera vez en la historia, ya que antes nunca hubo en el país un solo museo nacional.
Otro caso interesante es la remodelación del Teatro Nacional de San Salvador en 1975. Un edificio que fue construido entre 1911 y 1917, y restaurado y clausurado numerosas veces desde entonces. Ese monumento arquitectónico imponente en el corazón de la ciudad ha sido un recinto intermitente para las artes, puesto a andar y sostenido solo por la enorme gestión de personas particulares en los cargos correctos. En 1975, Roberto Salomón, siendo un joven director de teatro, encabezó el gran proyecto de volverlo a la vida después de un largo letargo. Volverlo, por fin, un verdadero teatro nacional.
En Convergencias: una mirada a la poética de Roberto Salomón, el investigador David Rocha explica:
“A través de la gestión de Carlos de Sola, director general de Cultura de la época, y los sucesivos viceministros de Cultura, Juventud y Deportes, Roberto Murray Meza y Alberto Zúñiga Wager, apoyados a su vez por Rogelio Sánchez, ministro de Educación interesado en la cultura, se decide recuperar el Teatro Nacional y dotarlo de condiciones idóneas para que se convierta en arteria principal del movimiento artístico local. Se busca un arquitecto que sea lo suficientemente audaz y organizado para realizar esta tarea y se selecciona a Ricardo Jiménez Castillo” (p. 100, Rocha, 2021)
David Rocha
Y como en el caso de la Reforma Educativa, lo que vemos es una articulación de voluntades políticas motivadas por ideales modernistas. Digamos: el sueño de convertir este país en una sociedad educada y sensible por las artes. Una intención noble, pero que desentonaba con el clima de agitación social de la época. Para 1975, ya existían células revolucionarias activas con intenciones de organizar y armar a la población para una guerra civil. Existían en la clandestinidad, y más tarde formarían el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Ante las evidentes tensiones, era fácil ser percibido como agitador, revolucionario o comunista, aunque no hubiera vínculos reales. Así fue que el plan para echar a andar el Teatro Nacional fue frustrado y el estreno de “La ópera de tres centavos” de Bertolt Brecht, dirigida por Roberto Salomón, fue cancelado por presiones y hostigamientos. Brecht era considerado un autor alemán marxista, y el marxismo no era visto con buenos ojos por los dirigentes del Estado.
El Teatro Nacional fue remodelado para ser clausurado de nuevo. Como si darle a El Salvador un propio teatro fuese mala idea en ese momento de la historia.
2. Miss Universo y el país de la eterna sonrisa
Parece mentira, pero la 24° edición del certamen de belleza más importante del planeta se celebró en El Salvador, un sábado 19 de julio en el Gimnasio Nacional, en la colonia Flor Blanca. 71 países y regiones autónomas compitieron en una gala televisada, resultando ganadora la participante de Finlandia. Era la segunda vez que Miss Universo se hacía en Latinoamérica, y este fue un logro de la gestión de Roberto Poma como presidente del Instituto Salvadoreño de Turismo (ISTU).
En 1972 asumió la presidencia el coronel Arturo Armando Molina, y puso al General Carlos Humberto Romero a la cabeza de las Fuerzas Armadas. Desde entonces, la lucha represiva contra el comunismo se intensificó en todo el territorio nacional. Y tanto Molina como Romero son los principales responsables de todos los actos de represión estatal de los años setenta. Es decir: de detener, secuestrar, desaparecer y asesinar ciudadanos y ciudadanas.
Ese mismo Arturo Armando Molina le dijo que sí a Roberto Poma cuando este le presentó un proyecto millonario para traer la franquicia de Miss Universo a El Salvador. El plan estaba listo para ejecutarse: un empresario llamado Eddie González recién se había convertido en franquise holder para Centroamérica y Boris Eserski, empresario fundador de los canales televisivos 2, 4 y 6, estaba muy interesado. La televisión era el boom del momento. Esto podría proyectar una buena imagen de El Salvador, atraer inversiones, frenar el comunismo.
Y fue aprobado un presupuesto de 1 millón de colones. Y el eslogan fue “El Salvador: país de la eterna sonrisa”. Mandaron a construir una majestuosa pirámide maya en el escenario y llamaron a los historiantes de Santiago Texacuangos y a los emplumados de Cacaopera para un número folklórico de apertura. El video de la gala está disponible en YouTube. Verlo provoca una sensación extraña: el presentador Bob Baker agradece en inglés la hospitalidad de la gente salvadoreña y pide un aplauso para el presidente, quien se pone de pie y saluda a la audiencia desde su palco.
Hay muchos datos interesantes. Carmen Elena Figueroa, la representante de El Salvador de ese año, llegó a las 12 finalistas. Su padre era un coronel de las Fuerzas Armadas. Desde 2006, Carmen es diputada de la Asamblea Legislativa por el partido ARENA. En el jurado estaba Maribel Arrieta, la única salvadoreña en llegar al lugar de la primera finalista en 1955. Ese año la categoría “Traje típico” la ganó Guatemala, que también sufría conflictos internos. Las concursantes fueron llevadas al balneario “Los Chorros” para filmarlas en bikini. Roberto Poma las saludaba de beso en la mejilla.
¿Era Roberto Poma un visionario? Sin duda.
¿Era un mal momento? En efecto, esa misma noche hubo manifestación.
Y la manifestación fue reprimida.
3. La masacre de estudiantes del 30 de julio
Una semana después del certamen, la Guardia Nacional y la Policía de Hacienda allanaron el Centro Universitario de Occidente en Santa Ana, a 70 kilómetros de la capital. Hubo muertos, heridos, desaparecidos y detenidos. Lo mismo el día 29. Para el 30 de julio de 1975, el ambiente nacional era tenebroso. Ese día los estudiantes de la Universidad Nacional salieron de nuevo a las calles.
Y justo sobre la 25 Avenida Norte, frente al Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), cuerpos de seguridad del Estado arrojaron gases lacrimógenos y dispararon a quemarropa. La Fuerza Armada desplegó tanquetas, bloqueando accesos y acorralando a las y los manifestantes. Según la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS), no se conoce el dato exacto de muertos, pero seguro fueron más de cien personas. Y la orden fue dada por el líder de las Fuerzas Armadas, el General Carlos Humberto Romero, quien dos años más tarde sería electo presidente de El Salvador.
Un pez no sabe que está en el agua cuando está nadando. Se avecinaba una cruel guerra, pero nadie lo sabía a ciencia cierta. Visto desde el presente, 1975 es un año en el que sucedieron cosas que parecen ficción. Señales evidentes de una exagerada desconexión entre las decisiones de los líderes y la situación del país. Y me surgen preguntas: ¿Por qué se parece tanto el pasado y el presente? ¿Qué pasa cuando un presidente y los líderes del Estado ignoran la realidad histórica de su país? ¿Estamos condenados a repetir la historia? Ante nuestros ojos, siempre habrá líderes que querrán tapar los problemas con un nuevo Miss Universo. Líderes con intenciones de “levantar el nombre de El Salvador” en el mundo, pero dando la espalda a las necesidades de la población.
¿Lo permitiremos? ¿O saldremos a tomarnos las calles como los estudiantes de 1975? Y si nos dijeran que, por protestar, las Fuerzas Armadas van a reprimirnos con crueldad, que compañeras o compañeros serán detenidos y desaparecidos, que habrá heridos de bala, que nuestras vidas correrán peligro, ¿saldríamos a las calles igual?
Pienso que yo sí.
Alejandro Córdova
El Salvador, 1993. Egresado de la Maestría en Dramaturgia de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) en Argentina. Ganador del VI Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve, organizado por el festival Centroamérica Cuenta de Nicaragua. Miembro fundador de la compañía de teatro Proyecto Dioniso. En México, fue autor invitado a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y autor residente de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey. Licenciado en Comunicación social. Fue asistente de dirección del Teatro Luis Poma. Recibió el título Gran Maestre en Cuento por ganar tres veces los Juegos Florales en la rama de Cuento.