FOTOGALERÍA: La presencia de la sangre africana en El Salvador
En el último censo poblacional, 7 mil 441 personas salvadoreñas se identificaron como afrodescendientes. Pese a este autorreconocimiento de sus habitantes, la participación y los aportes de las personas afrodescendientes a lo largo de la historia de El Salvador son elementos excluidos de la narrativa oficial sobre los orígenes de la identidad salvadoreña.
Cuando en el 2011 el antropólogo alemán-salvadoreño, Wolfgang Effenberger, llegó a Atiquizaya para investigar la afrodescendencia en el municipio, donde se registran asentamientos de africanos y zambos (como se llamaba a las personas hijas de indígena y africano) durante la colonia, muchos atiquizayences no sabían de la historia de sus antepasados.
Entre quienes ignoraban el pasado de su pueblo estaba Yohalmo Cabrera, profesor y exdiputado por el FMLN, y Ana Yency Lemus, internacionalista y activista por los derechos humanos, quienes, tras escuchar a Effenberger, identificaron en su historia familiar y sus genes la herencia de aquellos africanos que llegaron al país.
Fue así como Cabrera y Lemus, junto a otras personas, comenzaron a articular lo que ahora es el grupo Afrodescendientes Organizados Salvadoreños (Afroos), a través del cual buscan reivindicar la negritud de la identidad salvadoreña.
En la actualidad Afroos continúa su promoción de la historia y la herencia africana en el país, sumando cada vez más personas salvadoreñas, jóvenes y adultas, en el territorio nacional o migrantes, que se reconocen como afrodescendientes y que, al hacerlo, han logrado encajar piezas de su identidad que hasta entonces estaban perdidas.
En el marco del Día de la Afrodescendencia Salvadoreña, hablamos con miembros de la organización sobre su proceso de autoidentificación y las demandas de reconocimiento al Estado salvadoreño.
Fotografía: Elisa Hernández
«Mi propósito es divulgar sobre las raíces afrodescendientes en los centros escolares, ya que hay siempre cierta resistencia para promover el tema entre los jóvenes, aún por parte de los profesores; este no es un tema importante en la currícula actual de educación, y yo tuve la experiencia de comprobar que a los niños sí les interesa saber sobre este tema».
Daniela Castillo, estudiante de bachillerato.
Daniela es la actual «Reina Afrodescendiente de Atiquizaya», un título que le fue otorgado por las autoridades del Centro Escolar Mercedes Monterrosa de Cárcamo, donde estudia el bachillerato. Desde pequeña sufrió acoso escolar debido al color de su piel; sus compañeros la llamaban «negra» de forma despectiva y la agredían lanzándole objetos. No fue sino hasta adolescente que logró abrazar su identidad, gracias al apoyo de profesores también afrodescendientes que la inspiraron para enorgullecerse de sus raíces. «Gracias a esta verdad, ahora soy más extrovertida y tengo más confianza en mi vida», dice. Durante su reinado quiere influenciar a la niñez y juventud para afrodescendiente para que conozcan su historia y se enorgullezcan de su identidad.
«En la construcción del Estado nación, los fundadores y la élite gobernante del país desde el tiempo de la colonia, negaron la negritud del pueblo salvadoreño. Se negó siempre la presencia de la esclavitud en El Salvador y el argumento que planteaban ha sido que a El Salvador no vinieron negros africanos, porque nosotros no tenemos costas en el Mar Caribe. Eso no es cierto, hay testimonio de la presencia negra; yo mismo soy testimonio de la presencia negra en El Salvador»
Yohalmo Cabrera, fundador de Afroos y exdiputado por el FMLN.
Yohalmo fue diputado del FMLN y es fundador de la organización Afroos. En 2011, luego de conocer al antropólogo Wolfgang Effenberger comenzó a explorar sobre sus raíces afrodescendientes y descubrió distintos documentos que hablan sobre la historia de los africanos que se asentaron en Atiquizaya. Se reconoce como afrodescendiente de la etnia conocida como «panunes», que, según la tradición oral recogida por Effenberger, llegaron a ese municipio desde Honduras con Bartolomé de Molina entre los años 1620 y 1640. Según el investigador, el término «panune» podría ser una españolización de «banunes», una etnia esclavizada de la región de Senegal y Gambia que llegó a Latinoamérica.
Como diputado por el FMLN, en 2017 impulsó una reforma constitucional para reconocer a las personas afrodescendientes en la carta magna, tal como se reconoce a los pueblos indígenas, pero no tuvo eco en la Asamblea.
«El mayor aporte a la vida, al abrazar nuestra identidad, es poder estar en paz conmigo misma, ya que sé de donde vengo; es un ejercicio de autodecubrimiento.»
Alma Lorena Góchez, profesora.
Alma Lorena es profesora de Atiquizaya. Heredó sus rasgos físicos de su padre, a quien describe como un hombre negro, muy alto y robusto que desde pequeña le hizo hincapié en su identidad afrodescendiente. “Nosotros no somos de acá, nosotros venimos de África», le repetía. En su juventud, la comparaban con artistas estadounidenses como Donna Summer y, a medida iba pasando el tiempo, crecía la curiosidad sobre los orígenes de su familia. Sus dudas se despejaron cuando el antropólogo Effenberger dio una charla a sus estudiantes sobre los asentamientos de africanos en Atiquizaya. Ese fue «el momento de la verdad» en el que logró identificarse plenamente como afrodescendiente.
Como profesora, Alma Lorena lamenta que el sistema educativo del no enseñe a las y los estudiantes que los afrodescendientes son parte de la historia nacional. Cree que esto ayudaría a que muchos niños y niñas se sientan orgullosos de sus rasgos. «Hay aún comentarios racistas que he escuchado en los corredores de las aulas y hay muchos jóvenes que se sienten mal, para lo cual yo personalmente llego y les doy palabras de aliento para que se apropien de sus raíces y se sientan orgullosos, no avergonzados», dice.
«Es importante tomar conciencia de nuestra identidad. La idea no es que los afrodescendientes vayamos por un lado, los indígenas por otro y los blancos por otro; sino que lleguemos a ese punto en que todos nos sintamos iguales en dignidad, a la vez que reconocemos nuestras diferencias.»
Andrés Guevara, abogado y activista.
Andrés es abogado y activista social. Fue candidato a diputado por GANA en las últimas elecciones. Cuando era pequeño no le gustaba el color de su piel, porque no era como el estereotipo de belleza que veía en las películas y los anuncios. «Yo pensaba que si ellos eran bellos y mis rasgos eran completamente distintos, entonces yo era feo», cuenta. Pero con el tiempo, venció el prejuicio y ganó confianza; ahora, hace modelaje para una agencia nacional.
Las personas suelen preguntarle si viene del extranjero por su color de piel. Andrés cree que esto es producto de la ignorancia que hay sobre la historia del país. Muchos repiten que en El Salvador no hay personas negras, porque Maximiliano Hernández Martínez las expulsó durante su gobierno, pero eso es un mito. En realidad, lo que se decretó en 1933 fue una Ley de Migración que impidió el ingreso de personas «de raza negra» y otras de distintas nacionalidades. Pero, para ese momento, la población afrodescendiente ya era parte de la sociedad salvadoreña.
Hace unos años, Andrés ignoraba esa historia también. Fue hasta que se acercó a Afroos que comenzó a profundizar en ella y ahora, desde la organización, pretende trabajar para que más personas la conozcan.
«Dejé de ir a la escuela porque me molestaban por ser negra. Me decían mica, negra, prieta.»
Francisca Grijalva.
Francisca renunció a sus estudios a los 8 años debido al acoso de otros compañeros que la insultaban y golpeaban por su color de piel. En ese momento deseó ser blanca para poder ser aceptada y poder continuar sus estudios. A lo largo de su vida, como mujer del área rural, ha sufrido por la discriminación, pobreza y desigualdad. Ahora, se siente orgullosa de su negritud y anima a la juventud a que también lo haga. De haber podido estudiar, le hubiera gustado ser maestra para poder evitar que su historia se repita con otros niños y niñas.
“Es absurdo negar el origen de dónde venimos. Sin el reconocimiento de la afro descendencia no hay igualdad.”
Daniel Lara, emprendedor.
Daniel siempre se sintió atraído a la cultura afrodescendiente. Cuando veía los videos de raperos negros, admiraba su estilo y su complexión. Aunque ha recibido burlas por su cabello y su piel morena, siempre se ha enorgullecido de sus genes. “Yo incluso desearía ser más negro”, dice. Cuando conoció Afroos a través de su hermano Carlos, inmediatamente decidió involucrarse. Ahí tomó consciencia de su identidad y conoció más sobre la historia afrodescendiente en el país, sobre la esclavitud, la injusticia y la invisiblización de las personas negras a lo largo de 500 años. Estos aprendizajes han marcado su compromiso con la organización. Cree que recuperar la historia sobre nuestros antepasados es una forma de honrar su legado y promover la igualdad en la sociedad.
«Si un niño crece y en las publicidades no hay personas similares a sus características, no tienen referentes y pueden llegar a pensar que hay algo mal en ellos. Cuando se crean iniciativas como Afroos, ya se tiene a una comunidad que te respalda, que te entiende y tu identidad ya deja de ser un tabú.»
Beatriz Flores, diseñadora gráfica e ilustradora.
Para Beatriz, tener el cabello encrespado siempre fue una tortura. Cuando dejaba sus colochos al natural, las personas le decían constantemente que estaba despeinada y desordenada. Aprendió a odiar su cabello y es por esa razón que desde los 13 años decidió alisarlo químicamente, un proceso caro, tedioso y que debe repetirse constantemente, en la medida que el cabello crece. Durante la pandemia, sin la presión de los demás y aprovechando una racha de introspección, dejó sus colochos crecer y descubrió la libertad de ser ella misma. Esa nueva etapa vino además con el descubrimiento de la comunidad de Afroos, donde aprendió que el cabello afro es símbolo de resistencia para las poblaciones afrodescendientes. Estos cambios la llevaron a crear, junto a una amiga, la página Encolochadas, donde comparte, con más de 6 mil seguidores, consejos para cuidar del cabello afro. Para Beatriz, «el simple hecho de cuidar el pelo colocho demuestra el amor a la propia identidad».
«Es importante que el Estado reconozca que hay una población diversa que conforma el país. Hay personas que tienen una piel oscura y sufren de situaciones discriminatorias, no solo en el trabajo, sino que también en la familia; por parte de la policía, a muchas personas se les estigmatiza como personas peligrosas debido a su piel. Es por situaciones como ésta que se comprueba que estamos en un Estado racista.»
Carlos Lara, artista y activista.
Carlos se reconoce como un afro migueleño y afrodescendiente. Antes de conocer la historia de este origen, buscaba sus raíces en lo indígena, pero sentía que esta identidad no terminaba de reflejar quién era él. Fue gracias a la charla con una antropóloga que entendió que algunos de sus rasgos reflejaban una ascendencia africana y entonces el rompecabezas de su identidad cuajó. «Ser afrodescendiente no sólo implica el color de piel, sino que otras características como el cabello, los rasgos faciales, la estatura, la complexión física y ciertas tendencias culturales», explica.
A través del dibujo y la pintura, Carlos busca retratar la diversidad de identidades en el país y el orgullo Afro. «En Afroos promovemos la educación de los padres hacia los hijos, para que en la familia se celebren estas características desde pequeños y se fomente la seguridad, se empoderen a las personas afrodescendientes para que todas sus características sean lucidas con orgullo», dice.
“Nuestra historia está borrada y nos ha tocado re escribirla”
Ana Yency, Directora de AFROOS.
Ana Yency es internacionalista y defensora de derechos humanos. «Para fundar Afroos cada uno de los miembros tuvimos que pasar un proceso de autoreconocimiento; nos ha tocado aprender y enseñar a los nuevos miembros, ya que nuestra historia está borrada», dice. Desde el 2011, iniciaron eventos, charlas, reuniones con otras personas afrodescendientes; entre 2013 y 2014 comenzaron a buscar a las autoridades de turno de los ministerios de Educación y Cultura para que apoyaran en la promoción de la cultura y la historia afrodescendiente. Pero hasta la fecha ningún gobierno ha tenido voluntad política para hacerlo.
Para Ana Yency, su trabajo en Afroos es un compromiso personal, pues su abuela es Francisca Grijalva, esa niña que dejó la escuela a los 8 años debido a la discriminación. Durante muchos encuentros de la organización, ha escuchado testimonios de personas que se han avergonzado de sus identidades porque han sido excluidas. Ana Yency cree que hablar sobre la diversidad del país es una forma de fomentar la inclusión.
“Somos un crisol de culturas en el país. Reconocer la importancia de los afrodescendientes en el país y su aporte a lo largo de 500 años, hace que valoremos nuestra sangre, que tiene algo de indígenas nativos, africanos y europeos”.
Ana Miriam Torres Quintanilla, Comunicadora social y relacionista pública.
Ana Miriam no tenía idea de su ascendencia, se la tuvieron que contar. Un sacerdote afrodescendiente que venía del extranjero le comentó que sus rasgos físicos y los de su hija eran la prueba de que en sus venas también corría sangre africana; al inicio, señala, fue chocante e incluso molesto tener que aceptarlo, pero la espinita de la curiosidad se quedó en ella. Investigando en su historia familiar logró identificar que sus rasgos podrían venir de la familia de su padre, un hombre alto, negro, muruso. Posteriormente, en una presentación en su trabajo, una antropóloga le habló sobre la presencia de afrodescendientes en El Salvador: cómo vinieron al país, los roles que tenían en la sociedad, cómo se dio el mestizaje, cómo los genes y la cultura africana se insertaron en nuestra sociedad. Cuando, junto a su hija menor, encontraron a la organización Afroos, se sintieron parte de una comunidad y seguras para compartir su historia con personas que compartían sus rasgos, pero también una mentalidad dispuesta a abrazarlas y acompañarlas en el proceso de explorar sus orígenes.
«Antes yo pensaba que las personas afrodescendientes venían solo de África y tenían que tener la piel negra, pero he aprendido, que no es así, que por eso es importante conocer nuestra historia»
Arich Monchez, estudiante universitario.
Arich creció queriendo alisar su cabello debido a los comentarios negativos que recibía constantemente. «Una vez encontré a una ex profesora del colegio y me dijo que mi cabello se veía poco elegante y nada profesional. Me aconsejó que lo recortara», dice. Ahora, Arich sabe que su cabello es parte de su identidad y que detrás de él hay una historia que ha sido silenciada y negada. Por eso, para él es importante que las personas conozcan de dónde vienen, para que puedan entender mejor quiénes son y no deban pasar por el proceso de negación que él vivió.