“La epidemia encontró a un país altamente vulnerable y la ha agravado.”
Rafael Pleitez, economista Jefe del PNUD en El Salvador
(Transcripción editada de la entrevista con Karen Fernández, transmitida el domingo 31 de mayo de 2020)
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) analizó la vulnerabilidad del país basado en el paradigma de pobreza multidimensional, “que va más allá de la pobreza de ingreso, que es la forma histórica tradicional de medición de la pobreza”, con base a una medición multidimensional que identificó privaciones importantes en cinco áreas de los hogares salvadoreños: educación, condiciones de la vivienda, condiciones de trabajo, condiciones de salud y acceso a servicios básicos.
Con base a ello, Rafael Pleitez, economista Jefe del PNUD en El Salvador, ahondó en Focos sobre la vulnerabilidad que viven 164 mil hogares del país, en los que al menos la tercera parte de sus ingresos mensuales provienen de remesas del exterior, y las repercusiones de ello: “un hogar que es muy dependiente de las remesas y que no es pobre, aumentará su probabilidad de caer en la pobreza. O si ya era pobre, agudiza su pobreza”, dijo.
En El Salvador, 398 mil hogares reciben remesas, de estos según el informe que ustedes publicaron a finales de abril hay 164 mil hogares en los cuales la tercera parte del ingreso mensual está conformado por remesas y ante la disminución de los envíos estos hogares podrían caer o profundizar en su condición de pobreza. ¿Qué áreas o condiciones de vida de estos hogares serían las primeras afectadas por esta falta de ingresos?
El objetivo del trabajo que hicimos en esta fase de emergencia fue, con urgencia, identificar cuáles son los grupos más vulnerables. Para ello seleccionamos seis factores que se encuentran dentro del índice de pobreza multidimensional, que son el hacinamiento, porque eso no permite el distanciamiento que se requiere; el acceso a agua potable, porque es básico para la prevención de lavarse las manos; el acceso a saneamiento, a servicios de salud; y dos que tienen que ver con la parte de empleo: el acceso a seguridad social y el subempleo.
Con base a estos factores encontramos una alta vulnerabilidad en general de los hogares en El Salvador, ya que el 86 %, 1.6 millones de hogares, tienen por lo menos una de estas privaciones. Luego dimos un paso más e identificamos cuatro tipos de hogares que por sus características acumulan riesgos frente a la pandemia por Covid19. Son precisamente hogares altamente dependientes de las remesas, entendido esto como aquellos hogares que reciben remesas y que estas son la tercera parte o más de sus ingresos mensuales. ¿Por qué es tan importante esto? Porque recordemos que estamos íntimamente vinculados con la economía de Estados Unidos y el impacto que ha tenido la Covid19 en la economía estadounidense ha sido muy grande, que se refleja por ejemplo en la caída de las remesas durante el mes de abril, que fue del 40 % en El Salvador, y acumulado entre enero y abril fue del 10 %.
Lo que quiero destacar es un lado social de las remesas. Las remesas en El Salvador han servido históricamente, sobre todo para los hogares más vulnerables, como una especie de seguro informal. ¿Qué quiere decir eso? Cuando acá en El Salvador se enfrentaba una crisis, se enfermó la abuelita y tenía que operarse urgentemente, entonces lo que se hace es pedir una remesa extraordinaria. Si hubo un terremoto y se dañó la casa, se pedía una remesa extraordinaria para reparar la casa. Que no llovió durante 40 días y se perdió la milpa, venía una remesa para complementar ese ingreso. Este mecanismo ha funcionado a lo largo de estos años, a excepción de la crisis de 2008-2009, porque ahí coincidió que los hogares estaban más acá en El Salvador y también lo estaban mal en Estados Unidos. Y vuelve a coincidir hoy con la pandemia del Covid19, pero a una profundidad aún mayor. ¿Qué significa esto entonces? Significa que estos hogares, al no contar con ese seguro que dan las remesas, entonces su nivel de vulnerabilidad aumenta. En otras palabras, que un hogar que es muy dependiente de las remesas y que no es pobre, aumentará su probabilidad de caer en la pobreza. O si ya era pobre, agudiza su pobreza.
En El Salvador los hogares destinan buena parte de las remesas al consumo. ¿Qué áreas del consumo serán las primeras afectadas?
Por lo general las remesas vienen en forma de dinero y lo que hacen es aumentar el presupuesto del hogar. De ese presupuesto sale para pagar los alimentos, para pagar la escuela, para comprar una medicina, depende de las necesidades de cada hogar. Obviamente si son hogares muy pobres una buena parte de ese dinero va destinado a la compra de alimentos.
En el informe, ustedes también han hecho un análisis por zonas, ¿Qué territorios estarían más en riesgo por la disminución en los flujos de remesas?
Eso es muy importante. Tenemos que avanzar en buscar las diferencias también geográficas. Hicimos el ejercicio de ver en los 14 departamentos cuáles tenían una mayor incidencia de hogares dependientes de las remesas y ese departamento de El Salvador se llama La Unión. Si bien es cierto casi el 20 % en promedio de los hogares de El Salvador percibe remesas, en el caso de La Unión es el 47 % y es un departamento con el mayor porcentaje de hogares dependientes. Luego hay otros departamentos de la Zona Oriental, como Usulután, Morazán, San Miguel. También se suma Cabañas entre los departamentos con mayor dependencia.
¿Eso implica que las medidas que el gobierno implemente para reducir la vulnerabilidad por el COVID 19 deberían priorizar a hogares del departamento de La Unión y a hogares de la zona oriental del país?
Así es. El objetivo es ir identificando por variables críticas como las que hemos mencionado en general, por hacinamiento, por acceso a servicios, etc. Pero combinado con esta dependencia de las remesas nos indica que se debe prestar una mayor atención, una focalización, a hogares en un departamento como La Unión.
El gobierno salvadoreño logró un acuerdo con las empresas para que los envíos de remesas quedaran libres de costos en el mes de mayo, ¿es efectiva esta medida?
Es una medida que sin duda ayuda, pero hace falta más que eso, pero es una medida positiva, sin duda.
Usted dijo que el 86 % de los hogares tiene al menos una de las variables que nos hace más vulnerables a los efectos del Covid19. ¿El PNUD tiene proyecciones del número de hogares y personas, en términos absolutos, que podrían caer o profundizar su condición de pobreza?
En el estudio no hemos hecho ese cálculo. Hay otras organizaciones que han hecho estimaciones, tanto nacionales como internacionales, pero nosotros no hemos hecho ese cálculo. Lo que sí hemos indicado claramente son las vías y canales por los cuales se verán afectados estos hogares más vulnerables y que llevarán a un incremento de la pobreza. Algo muy importante es que hemos ocupado el paradigma de pobreza multidimensional, que va más allá de la pobreza de ingreso, que es la forma histórica tradicional de medición de la pobreza. Pero esta medición multidimensional lo que significa es la identificación de privaciones importantes en cinco áreas: educación, condiciones de la vivienda, condiciones de trabajo, condiciones de salud y acceso a servicios básicos, y calidad del hábitat.
Las privaciones más altas en El Salvador tienen que ver con la falta de seguridad social, el 68 % de los hogares carecen de seguridad social, el 41 % tienen hacinamiento, entendido por 3 personas o más por dormitorio, y el 77 %, tres de cada cuatro hogares en El Salvador, tienen adultos con bajo nivel de educación, entendiendo por esto a personas de entre 18 y 64 años que no han completado el bachillerato y personas de 65 años o más que no llegaron ni a sexto grado. Esto pone limitaciones estructurales. La analogía que hicimos fue la siguiente: así como en el campo de la salud se identifican las condiciones preexistentes de salud que hacen que una persona o grupo de personas sean más vulnerables a la Covid19, como si tiene diabetes, en el caso del campo económico y social hay que determinar cuáles son las condiciones preexistentes de desigualdad y pobreza que hacen que algunos hogares sean más vulnerables que otros frente a la pandemia, y eso nos lo permite el paradigma multidimensional.
¿Cómo debemos interpretar entonces esta cifra del 86 % de hogares con vulnerabilidad frente al Covid19?
Que la epidemia agarró a un país altamente vulnerable y la epidemia ha agravado dicha vulnerabilidad.
En el informe del PNUD ustedes también identifican a otros tres grupos de hogares vulnerables frente al COVID19: hogares con jefaturas de mujeres, hogares con personas dependientes mayores de 60 años y hogares pobres multidimensionales. ¿Por qué estos hogares son más vulnerables y cómo se expresa esta vulnerabilidad?
Efectivamente, además de los hogares altamente dependientes de remesas, de los cuales ya hablamos, están los hogares con jefaturas de mujer. ¿Por qué? Porque las mujeres tienen una inserción laboral más precaria que los hombres, no solamente en participación dentro del mercado de trabajo, sino en diferencias de salarios. Tienen también una mayor presencia en microempresas de cuenta propia, que son las más golpeadas también económicamente en estos momentos, y además porque al interior del hogar muchas de las tareas de cuido recaen, en un sesgo, en las mujeres. Entonces por eso es importante priorizar a estos hogares con jefaturas de mujer.
Respecto a los hogares con población adulta mayor de 60 años, la razón es doble. Por una parte porque sabemos que por su edad aquí y en todo el mundo es un poco más vulnerable a los efectos de la epidemia, y que por lo tanto hay que cuidar más. Segundo porque además si estos adultos mayores conviven en estos hogares con jóvenes que conviven fuera de la casa, también hay un factor de riesgo que hay que cuidar.
El tercer grupo son los hogares pobre multidimensionales que tiene privaciones en los factores que mencioné anteriormente y que son críticos ante la epidemia, como el acceso a servicios básicos.
En el diálogo y las respuestas políticas lo que estamos encontrado en estos momentos es un énfasis en la contención de la pandemia, en evitar los contagios. Pero en el informe ustedes hablan de la temporalidad y también de la respuesta sanitaria y económica. ¿Cuáles de todas las medidas que ustedes proponen son las más urgentes para evitar que se profundice la pobreza multidimensional?
En términos de política es importante manejar dos claves. Por una parte la clave temporal, la respuesta inmediata que obviamente debe estar concentrada en salud y alimentación. Luego está la respuesta más “mediata”, de término medio, que nosotros hemos denominado “canastas de resiliencia”, que es la capacidad de los hogares de enfrentar y salir adelante de esta tan compleja situación en la que nos encontramos. Para ello hemos identificado una canasta alimenticia, que es la del marco de emergencia; una canasta de cuido, que es muy importante, porque cuando se de el proceso de reactivación económica, si los niños se siguen quedando en casa será necesario articular una canasta de cuido tanto para los niños como para los adultos mayores.
Luego está una canasta de trabajo, porque será importante crear para tanta gente que se ha quedado en desempleo y subempleo una cantidad de trabajos temporales que se necesiten actividades urgentes o de corto plazo. También podríamos hablar de una canasta de ingreso que podría tener subsidios temporales para poder hacer la transición y por último una canasta con seguridad y protección social, que incluiría la pensión universal no contributiva. Todo eso dependerá obviamente del espacio fiscal con el que cuente el gobierno, que será una variable clave.
La otra clave importante es que hay que combinar la respuesta sanitaria con la respuesta económica.
¿Han tenido acercamientos con el gobierno para proponer la implementación de estas medidas que nos explica?
El rol del PNUD es ayudar al país, al gobierno, especialmente en una situación de emergencia como la actual. Estamos apoyando tanto en la parte de salud como en impulsar una reactivación económica temprana cuando las condiciones lo permitan.
El gobierno entrega ya canastas alimenticias y ha propuesto que se le den más fondos para esta medida. ¿Bajo qué criterios estas canastas serían efectivas para ayudar a las familias a contener los aspectos sanitarios y económicos de la pandemia?
Sería el gobierno el que tenga que decir qué criterios ha utilizado. El estudio nos muestra, y es nuestro interés, que en la medida que en la medida que los recursos son escasos habrá necesidad de focalizar las inversiones. Y focalizarlos en las personas y hogares que se están quedando atrás porque son más vulnerables. Por eso el estudio comienza a dar pistas y luces sobre cuáles son esos hogares. Hay otras agencias dentro del sistema de Naciones Unidas que hacen otras contribuciones, como por ejemplo tener un mapa de inseguridad alimentaria en El Salvador, identificar dónde están los hogares en situaciones más críticas en términos de seguridad alimentaria que deben ser atendidos primero.
Ustedes proponen una serie de canastas, pero ¿cómo implementar estas medidas de políticas públicas si el Estado salvadoreño, no solo este gobierno, no ha podido articular un sistema de protección social?
Su pregunta me lleva a un elemento de fondo y es que estamos frente a una epidemia, una crisis por COVID19, que no solamente es una crisis sanitaria y humanitaria, sino que es una crisis socioeconómica, pero más aún, es una crisis del desarrollo humano, del bienestar, y el COVID19 lo que ha puesto es la lupa sobre las desigualdades que los países enfrentamos, no solamente El Salvador, sino en general y eso afecta el desarrollo humano. Recientemente el PNUD ha lanzado un estudio a nivel mundial donde pone en evidencia que por primera vez, desde que se mide el índice de desarrollo humano en 1990, este índice va en camino a retroceder. ¿Por qué? Porque el índice le mide ingresos, salud y educación. Y la crisis ha pegado en los tres ámbitos. Antes, cuando había una crisis sanitaria, solo afectaba por ejemplo en ingresos. Pero ahora tenemos que en educación ha bajado el nivel de escolaridad, porque la crisis ha desescolarizado a la población infantil. Al hacer eso ha puesto en evidencia las grandes desigualdades. Aquellos que tienen acceso a internet contra aquellos que no tienen acceso. Y se están creando unas brechas muy grandes. El sistema de salud por ejemplo ha concentrado recursos en la pelea contra el COVID19 pero ha descuidado otras enfermedades que tienen una importancia para mantener la esperanza de vida en los países. Entonces tenemos la magnitud de una crisis que no se había vivido antes y que necesita un tratamiento integral. Es un reto de grandes magnitudes en las cuales se debe articular todas las dimensiones.
El discurso del presidente Bukele y sus funcionarios es que en estos momentos salvar las vidas está por sobre la reapertura económica. ¿La prioridad de contener el virus y salvar vidas de verdad es excluyente con salvar la economía?
Los dos objetivos son válidos, pero obviamente hay una prioridad que es salvar vidas. Pero también hay que resguardar el sustento de la gente y en ese sentido cualquier reapertura económica debe tener, como un criterio fundamental, cuáles son los parámetros de la pandemia que darán la pauta para saber cuándo se abrirá la economía. Esa debe ser la brújula y asegurar que tenemos todos los protocolos de bioseguridad para ir en una doble clave: ir abriendo cuando los parámetros epidemiológicos lo vayan permitiendo, con aquellas industrias que tengan menor riesgo de propagación del virus y que tengan una contribución social y económica, sobre todo de empleo. Esas deben ser las primeras. Pero ese enlace entre los factores epidemiológicos, de salud y los económicos es un reto que todavía no logramos, no solo en El Salvador, sino a nivel internacional.
Sí bien estamos en la parte de emergencia de la crisis, que es una situación compleja, no olvidemos que toda crisis nos da también una oportunidad una vez pasemos la primera fase de la emergencia y esa oportunidad es que tenemos la opción de repensar el modelo de desarrollo de El Salvador. El paradigma de desarrollo humano nos da luces, desde 1990 mandó un mensaje fundamental: si un país quiere desarrollarse tiene que priorizar su inversión en la gente, porque la gente es la mayor riqueza de El Salvador. ¿En qué la tiene que priorizar? En salud y educación.